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El castigo entra en el corazón del hombre desde el momento en que comete el crimen.
Hesíodo
Si hablas mal, se hablará de ti peor.
La justicia se irrita, sea cualquiera el lugar adonde la conduzcan hombres devoradores de presentes que ultrajan las leyes con juicios inicuos.
Desdichado el que duerme en el mañana.
No seas compañero de los malos ni calumniador de los buenos.
Si añades un poco a lo poco y lo haces así con frecuencia, pronto llegará a ser mucho.
La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser.
El hambre es la compañera inseparable del perezoso.
Desde el instante en que el hombre comete un crimen, entra el castigo en su corazón.
Una mala reputación es una carga, ligera de levantar, pesada de llevar, difícil de descargar.
Sé prudente. Lo mejor en todo es escoger la ocasión.
El amor es el arquitecto del universo.
Nunca dejes algo para hacerlo mañana o pasado mañana.
Porque eleva y derriba fácilmente, abate con facilidad al hombre poderoso y fortalece al débil, castiga al malo y humilla al soberbio, Zeus que truena en las alturas y habita las moradas superiores.
La fama es peligrosa, su peso es ligero al principio, pero se hace cada vez mas pesado el soportarlo y difícil de descargar.
Antes que todas las cosas, en un comienzo, fue el infinito Caos.
La vergüenza viene en ayuda de los hombres o los envilece.
Observa la moderación: lo proporcionado es lo mejor en todas las cosas.
¡Tan sagrado es el don de las Musas para los hombres! De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes.
Aquel que en toda cosa está instruido, varón será perfecto y acabado; siempre aconsejará lo más valido. Bueno también será el que, no enseñado, en el tratar sus cosas se rigiere por parecer del docto y buen letrado. Mas el que ni el desvío lo entendiere, ni tomare del docto el buen consejo, turbado terná el seso y mientras fuere, será inútil en todo, mozo y viejo.
No es el trabajo lo que envilece, sino la ociocidad.
Es el cuidado el que hace prosperar la obra.
La voz del pueblo es la voz de Dios.
Nunca seremos recolectores de esbeltas espigas o de flores si en los surcos nuestros diarios empeños carecen de la fuerza que les dan los sueños.