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Ciertamente, señor, la consolación que no va envuelta en algún remedio no vale un cornado, y por eso, cuando no puedo remediar, no curo de consolar. Entiendo yo, señor, que más descansa hombre contando sus propios males, que oyendo consolaciones ajenas, cuando no hay remedio de presente o lo promete de futuro.
Hernando del Pulgar