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Declaro llanamente mi guerra al Estado, a mi modo, aunque seguiré haciendo uso y obteniendo cuantas ventajas pueda de él, como es habitual en estos casos.
Henry David Thoreau
La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ellos, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia.
Nunca es tarde para abandonar los prejuicios.
Deseo por igual ser un buen vecino y un mal ciudadano.
Las fronteras no son el este o el oeste, el norte o el sur, sino allí donde el hombre se enfrenta a un hecho.
Un grano de oro puede conquistar mucho, pero no tanto como un grano de sabiduría.
Jamás hallé compañera más sociable que la soledad.
Me cuesta menos, en todos los sentidos, el incurrir en pena de desobediencia al Estado que el obedecer, en cuyo caso me sentiría mermado en mi propia estimación.
Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel.
Sólo hay un remedio para el amor: amar más.
El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir.
Nueve décimas partes de la sabiduría provienen de ser juicioso a tiempo.
Las cosas no cambian; cambiamos nosotros.
Con la riqueza excesiva sólo puede comprarse lo superfluo. El dinero no es indispensable para adquirir una sola cosa necesaria al espíritu.
Cada generación se ríe de las viejas modas, pero sigue rigurosamente las nuevas.
Es tan difícil verse a uno mismo como mirar para atrás sin volverse.
El alma humana es un harpa silenciosa en el coro de Dios; un harpa cuyas cuerdas sólo necesitan ser agitadas por el aliento divino para dar un sonido acorde con las armonías de la creación.