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Un verdadero espíritu de rebelión es aquel que busca la felicidad en esta vida.
Henrik Ibsen
Como empleado del establecimiento, no tienes derecho a una opinión individual.
Antes del matrimonio se considera el amor teóricamente; en el matrimonio se pasa a la práctica. Ahora bien, todos saben que las teorías no siempre concuerdan con la práctica.
Grande o pequeño, todo hombre es poeta si sabe ver el ideal, más allá de sus actos.
No se graban tanto mil palabras como un solo hecho.
Quita a un hombre corriente las ilusiones de su vida y le quitarás también la felicidad.
Como empleado, digo. Como simple particular, sí, sin duda. Pero, como subordinado de la dirección del balneario, no puedes tener otra opinión que la de tus jefes.
Las mayorías nunca tienen razón.
No apagues la antorcha que humea si no tienes otros fuegos que alumbren mejor.
¡Luego vendrá la primavera y el hermoso cielo azul! Quizá podamos viajar entonces. ¡Volver a ver el mar! ¡Oh! ¡Qué felicidad vivir y estar contentos!
He descubierto que las raíces de nuestra vida moral están completamente podridas, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira.
Veremos claramente un día que el triunfo es la derrota.
En materia de partidos políticos, que el perro coma al cerdo o que el cerdo coma al perro me tiene por completo sin cuidado.
Sólo lo que se pierde es adquirido para siempre.
Entiendo que ahora pisas terreno firme, sobre el cual puedes empezar a construir... No tienes más que ponerte a ello. Y acuérdate de que tu invento también es un ideal que merece tus esfuerzos.
¿No cree usted que tenemos para enseñar una enormidad de cosas en las que nosotros mismos no creemos?
Una comunidad es como un barco; todos deben estar preparados para tomar el timón.
La belleza es el acuerdo entre el contenido y la forma.
Señora Stockmann: Tomás, tu hermano tiene el poder.
El odio como el amor se apagan en la tumba. Sólo una cosa permanece invariable en la vida, como después de la muerte: nuestro destino.
Estamos en vísperas de Navidad, y de usted depende que estas Navidades le traigan alegrías o penas.
Pueden prohibirme seguir mi camino, pueden intentar forzar mi voluntad. Pero no pueden impedirme que, en el fondo de mi alma, elija a una o a otra.
Durante cierto tiempo puede uno estar alegre interiormente, pero a la larga la alegría deben compartirla dos.
¿Cuál es el primer deber del hombre? La respuesta es muy breve: ser uno mismo.
¡Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nadie sabe por dónde ni cómo ni cuándo llega, y llega por caminos invisibles, a veces cuando ya no se le aguarda.
La esperanza ha contribuido a perder al género humano.
El mejor para el médico, lo mismo que para el enfermo: la certidumbre.
Hay otra que debo atender desde luego, y quiero pensar, ante todo, en educarme a mí misma. Tú no eres hombre capaz de facilitarme este trabajo, y necesito emprenderlo yo sola. Por eso voy a dejarte.
Nuestra sociedad es masculina, y hasta que no entre en ella la mujer no será humana.
Hay algo de servil, de turbio, en el hogar que se mantiene de préstamos y deudas.
Eras amable conmigo... pero nuestra casa sólo era un salón de recreo. He sido una muñeca grande en tu casa, como fui muñeca en casa de papá. Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis muñecas. A mí me hacía gracia verte jugar conmigo, como a los niños les divertía verme jugar con ellos. Esto es lo que ha sido nuestra unión, Torvaldo.
¿Qué es la belleza? Una convención, una moneda que tiene curso en un tiempo y en un lugar.
Si quita usted la mentira vital a un hombre vulgar, le quita al mismo tiempo la felicidad.
Para dos no hay pendiente demasiado empinada.
Buscar el yo en el poderío del oro es edificar sobre arena.