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Casi siempre pasa igual: cuando la felicidad nos toca es cuando menos nos damos cuenta de que somos felices.
Héctor Abad Faciolince
La memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos.
No es necesario ver telenovelas si uno tiene una familia numerosa. Basta observarla con cuidado.
La izquierda (en la que me incluyo) no debe gobernar, sino soñar.
La felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón, y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.
La cronología de la infancia no esta hecha de líneas sino de sobresaltos.