Imágenes
El apóstol condice el pensamiento a través de la disciplina.
Hart Crane
La escalera mecánica sube una serenata tranquila de zapatos, paraguas, cada ojo atento a su zapato; luego salta rápido a algún lugar de arriba donde las calles estallan en lluvia...
Una serpiente trazó un vértice para el sol -en no holladas playas sacó su lengua y tamborileó. ¿Qué fuente escuche? ¿Qué helados discursos? La memoria, confiada a la página, se había muerto.
La noche era una lanza en la quebrada que medra a través de auténticos robles. ¿Y había yo andado los doce decimales particulares del viento?
Aquí estoy y estas estrellas están -la alta meseta- los rastros del Edén -y el árbol peligroso- ¿Son el paisaje de la confesión? Y si confesión, ¿También absolución?
Las estrellas garabateaban en nuestros ojos heladas epopeyas, cantos resplandecientes del espacio inconquistado.
Sin campanas cruzaban barcos náufragos.
A la sazón, el verano y el humo habían pasado. Los delfines aún jugaban, arqueando el horizonte, pero sólo para levantar recuerdos de puertas espirituales.
Oh Walt, dime, Walt Whitman, si será el infinito exactamente el mismo que cuando caminabas por las playas de paumanok -en ronda solitaria- y escuchaste el fantasma a través del oleaje, su gorjeo insistente desgranándose allá... Para ti los paisajes y esta raza de torres, de ti el tema esculpido en el cantil...
Los oradores, siguen el universo, y la radio, las completas leyes del pueblo.
Algún día aprenderás de memoria cada lugar famoso y verás cómo la cortina se levanta en el despacho del infierno.
Así el Siglo XX -así zumbó la Limitada- rugió cerca y dejó tres hombres aún hambrientos en las vías, mirando con afán las luces de cola secarse y converger, huyendo, barrenadas y diestras, fuera de la vista.
Ni cuadrante ni brújula imaginan más distantes mareas... Y por la azul altura el canto no despierta al marinero. Que su mítica sombra sólo el mar la conserva.