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Cuando escribí El revelde pensé mucho en los pibes, más en los que ni siquiera vienen a vernos, que tienen 10 años. Que ellos canten eso me alucina, sobre todo en una época tan conformista, donde cualquier tipo de rebeldía es tomado como una utopía.
Gustavo Nápoli
En nuestras familias nunca se habló mucho de política. Somos hijos de inmigrantes trabajadores. De la casa al trabajo, peronistas, bah. Malo o bueno el peronismo marcó mucho a los laburantes.
Antes en La Renga había otro violero que hacía los solos y yo tocaba la base y cantaba. Cuando él se fue empezamos a probar violeros y no nos gustó ninguno, así que a la fuerza me puse a practicar y de a poco me fue saliendo.
Empecé a los 14 años. Había unos pibes en el colegio que tocaban y eso me llamó la atención. Un día me compraron una criolla, un compañero me pasó las notas y así empecé. Mi primer eléctrica me la compré a los 15. Era una Faim 335 con distorsionador incorporado. Después tuve una Epiphone Genesis, una Squire, la Fender Strato Aniversario y ahora la Firebird Gibson y la S.G.
Creo que la gente hizo bandera de El revelde por ahí porque necesitaban encontrar alguien que expresara algún sentimiento que ellos mismos tenían escondido. Se puso en boca de pibes muy chicos, que por ahí no saben lo que están diciendo...
En Despedazado por mil partes primero pensamos en otros productores, uno de ellos Gustavo Santaolalla. Nunca habíamos trabajado con uno, así que le fuimos a preguntar a Ricardo Mollo. Nos contó lo disciplinado que era, de la cantidad de temas que te pedía...
Es que yo siempre fui de perfil bajo...
La Renga somos una tripulación muy bamboleante, pero nos vamos cacheteando hasta que el rumbo se endereza. No hay timón, nos vamos turnando.
Nos dimos cuenta de que ibamos a poder vivir bien de la música a partir de Despedazado por mil partes. Quizás se podrían haber largado los laburos paralelos después del primer Obras, pero ahí nos empezó a ir mejor. Estábamos enganchados con créditos, Tete había sacado uno para comprarse la casa.
No me mudé la quinta en Ezeiza para escaparme de la exposición. Siempre me gustó estar cerca del verde. Es un lugar al que íbamos de chicos, queda al toque de los accesos, no es que me fui muy lejos tampoco. Por suerte puedo pilotear la fama de otra manera.
Nunca estuve a favor de las idolatrías. El que está arriba del escenario es un tipo común que dice cosas que le pueden pasar a cualquiera. Todos estamos peleando en la misma, más ahora que el gobierno democrático es casi como el de los represores pero con otro chamuyo.