Imágenes
En verdad que la ingratitud del hombre es algunas veces inconcebible.
Gustavo Adolfo Bécquer
La soledad es el imperio de la conciencia.
El artista, que es casi un dios, da a su obra un soplo de vida que no logra hacer que ande y se mueva.
Contaba apenas diez y seis años, y ya se veía grabada en su rostro esa dulce tristeza de las inteligencias precoces y ya hinchaban su seno y se escapaban de su boca esos suspiros que anuncian el vago despertar del deseo.
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú.
Entreabro los soñolientos ojos, sacudo las plumas y héteme aquí calzado y vestido.
Mi vida es un erial: flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal, alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja.
Para que los leas con tus ojos grises, para que los cantes con tu clara voz, para que llenen de emoción tu pecho, hice mis versos yo.
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados una a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque.
Ansia perpetua de algo mejor, eso soy yo.
Cambiar de horizonte es provechoso a la salud y a la inteligencia.
Allí estará mi tumba.
¿Quieres que conservemos una dulce memoria de este amor?, pues amémonos hoy mucho y mañana ¡digámonos, adiós!
Dios, aunque invisible, tiene siempre una mano tendida para levantar por un extremo la carga que abruma al pobre.
Ascua encendida es el tesoro, sombra que huye la vanidad. Todo es mentira: la gloria, el oro; lo que yo adoro sólo es verdad: ¡la Libertad!
¡Dios Mio, qué solos se quedan los muertos!