Imágenes
Soy el hermano en Dios en todo lo viviente, de la jirafa y del cocodrilo tanto como del hombre, y conciudadano de todos los inquilinos del gran caserón amueblado que es el Universo.
Gustave Flaubert
Si no me quisieras, me moriría; como me quieres, aquí estoy, escribiéndote que te detengas. Mi propia estupidez me da asco.
Pero no era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía aquella inconsistencia de la vida, aquella podredumbre fulminante de todas las cosas en las que trataba de apoyarse?
No son las grandes desgracias las que crean la desgracia, ni las grandes felicidades las que hacen la felicidad, sino el tejido fino e imperceptible de mil circunstancias banales, de mil detalles tenues que componen toda una vida de paz radiante o de agitación infernal.
Y al caer como un vestido el encanto de la novedad, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje.
Guerra. Protestar en su contra.
Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse; antes al contrario, la hacen más profunda.
No le dé armas al mundo, pues la usarán contra usted.
Algunos detalles se le borraron, pero le quedó la añoranza.
Necesitan alternativamente el sueño y la acción, las pasiones más puras, los goces más furiosos, y se precipitan así en toda clase de fantasías, de locuras.
Estimo que el éxito con las mujeres es, de ordinario, una señal de mediocridad.
Creo que sí mirásemos siempre al cielo acabaríamos por tener alas.
Es digno de especial consideración el hecho de que la costumbre pueda ocupar perfectamente el puesto de la pasión amorosa: exige una presencia no tanto agradable como cómoda, pero luego resulta invencible.
No he recibido del cielo un temperamento optimista. Nadie percibe en mayor grado que yo lo miserable que es la condición de la vida. No creo en nada, ni en mí siquiera, lo que no es corriente.
Es bueno, e incluso puede ser hermoso el reírse de la vida, con tal que se viva. Hay que colocarse por encima de todo, y por encima de uno colocar su espíritu, es decir, la libertad de la idea: declaro impío todo límite a ésta.
Amo a este pueblo áspero (se refiere a los árabes nómadas), persistente, vivo, último ejemplo de las sociedades primitivas y que, al hacer alto a mediodía, tumbado a la sombra bajo el vientre de sus camellas, se burla, mientras fuma su chibuquí, de esa valiente civilización nuestra que tiembla de ira.
Al llegar a los cincuenta años, los hombres de talento hacen con toda seriedad cosas que a los veinticinco les hubieran hecho desternillarse de risa.
La imbecilidad es una roca inexpugnable: todo el que choca contra ella se despedaza.
La denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aleja de ellas un poco.
La comicidad llegada al extremo, la comicidad que no hace reír, el lirismo en la broma es para mí lo que más me seduce como escritor.
Quisiera mandarte únicamente palabras dulces y tiernas, de esas suaves como un beso que algunos saben decir pero que, en mi caso, se quedan en el fondo del corazón y expiran al llegar a los labios. Si yo pudiera, cada mañana tu despertar se vería perfumado por una olorosa página de amor.
Me detesto y me acuso por esa demencia de orgullo que me hace jadear en pos de la quimera. Un cuarto de hora después, todo ha cambiado; el corazón me late de alegría.
El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente.
Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda no deja de golpear sus muros y amenaza con tirarla abajo.
El lenguaje humano es como una olla vieja sobre la cual marcamos toscos ritmos para que bailen los osos, mientras al mismo tiempo anhelamos producir una música que derrita las estrellas.
De todas las borrascas que caen sobre el amor, ninguna lo enfría y lo desarraiga tanto como las peticiones de dinero.