Imágenes
La melancolía no es más que un recuerdo que se ignora.
Gustave Flaubert
Lo que me sorprende es que, debajo de esas críticas se note un odio contra mí, contra mi persona, un prejuicio denigrador.
Un hombre que juzga a otro hombre es un espectáculo que me haría estallar de risa, si no me diese piedad.
El contemplar una vida que una pasión violenta -de la índole que sea- ha vuelto miserable es siempre algo más instructivo y altamente moral. Eso rebaja, con una ironía aullante, tantas pasiones banales y manías vulgares, que uno queda satisfecho al pensar que el instrumento humano puede vibrar hasta ese extremo y subir hasta tonos tan agudos.
Lo que es más lamentable, verdad es arrastrar como yo una vida inútil. Si nuestros dolores pudieran servir a alguien nos consolaríamos en la idea del sacrificio.
Dices que me analizo demasiado, pero a mí me parece que aún no me conozco lo suficiente; cada día que pasa descubro algo nuevo. Viajo por dentro de mí como por un país desconocido, pese a haberlo recorrido ya cien veces.
Por muy uniforme que sea tu vida por lo menos tienes algo que contarme. Pero la mía es un lago, un estanque quieto donde nada se mueve, en donde nada sobresale. Cada día que pasa se parece al anterior. Puedo decirte lo que haré dentro de un mes, dentro de un año, y considero esto no sólo sabio sino afortunado.
Ya no hay artistas como los de antaño, de aquellos cuya vida y alma eran el instrumento ciego del apetito de belleza, órganos de Dios mediante los cuales se probaba a sí mismo su existencia. Para ellos el mundo no importaba. Nadie supo nada de sus dolores. Se acostaban tristes todas las noches y contemplaban la vida humana con una mirada de asombro, igual que nosotros contemplamos un hormiguero.
¡Camina, venga, no mires hacia atrás ni hacia adelante; pica piedras como un peón, con la cabeza gacha, latiéndote el corazón siempre, siempre!
Lo que en la vida acaso no logremos alcanzar, podremos hacerlo con el arte.
Entre dos corazones que laten el uno sobre el otro, median abismos, la nada, toda la vida y lo demás. Haga lo que haga, el alma no puede romper el cerco de su propia soledad; con ella va a todas partes y se siente como una hormiga en un desierto y perdida, absolutamente perdida.
No necesito ir a una iglesia a besar bandejas de plata y a engordar con mi bolsillo un montón de farsantes que se alimentan mejor que nosotros. Porque se puede honrarlo lo mismo en un bosque, en un campo, o incluso contemplando la bóveda celeste como los antiguos.
Me gustan los tipos tajantes y energúmenos. Sin fanatismo no se hace nada grande.
No labra uno su destino, lo aguanta.
No le demos al mundo armas contra nosotros, porque las utilizará.
Vivimos en un mundo donde los hombres se visten con trajes ya confeccionados. Peor para ti si tienes demasiada talla.
Cuando entré en tu casa me pareció volver de nuevo al pasado, a uno de esos hermosos crepúsculos tristes del año 1843, cuando aspiraba el aire desde mi ventana, lleno de tedio y con la muerte en el alma.
Yo me río de todo, hasta de lo que más me agrada. No existen cosas, hechos, sentimientos o personas por los que no haya pasado inocentemente mi bufonería, como un rodillo de hierro de esos para dar lustre las piezas de paño.
Antes de casarse, ella había creído estar enamorada, pero como la felicidad resultante de este amor no había llegado, debía de haberse equivocado, pensaba, y Emma trataba de saber lo que significaban justamente en la vida las palabrasfelicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían parecido en los libros.
A veces tengo grandes hastíos, grandes vacíos, dudas que se ríen en mi cara, en medio de mis satisfacciones más ingenuas. Pues bien: no cambiaré todo eso por nada, pues me parece, en conciencia, que cumplo con mi deber, que obedezco a una fatalidad superior, que hago el Bien, que estoy en lo Justo.
Lo grotesco triste tiene para mí un encanto inaudito; corresponde a las necesidades íntimas de mi naturaleza, que es bufonescamente amarga. No me hace reír sino soñar largamente.
Frente a los grandes méritos de otro no hay más medio de salvación que el amor.
El hombre con todo su genio y todo su arte, no es más que un miserable imitador de algo más elevado.
Creo que la felicidad se halla al lado de una buena mujer. El toque está en saber dar con ella y en ser al mismo tiempo un hombre de bien. Doble y temerosa condición.
No presumo de ir hacia un falso ideal de estoicismo, pero evito las ocasiones de sufrimiento y las atracciones peligrosas, de las que ya no se vuelve.
La vida es intolerable, a menos que uno se olvide dé sí mismo.
Cuantas más velas tiene nuestro pastel, menos aliento tenemos para apagarlas.
De todas las cosas relativas a la política, la única que comprendo es el motín. Fatalista como un turco, creo que todo lo que podemos hacer por el progreso de la humanidad, y nada, son exactamente lo mismo.
La necesidad es un obstáculo indestructible; todo lo que sobre ella se lanza se estrella.
Cumplía con su tarea cotidiana como un caballo de noria que da vueltas con los ojos vendados sin saber lo que hace.
Por mucho que escondo lo más posible mis dolores en mi interior, a veces salen, y desgarran a quienes estrecho entre mis brazos.
La patria, posiblemente, es como la familia, sólo sentimos su valor cuando la perdemos.
Un alma se mide por las dimensiones de sus deseos, como se juzga una catedral por la altura de sus campanarios.
Uno tiene que ser muy ordenado y burgués en la vida privada para poder ser loco e inventivo en la vida creativa.
Quien no sienta amor, deberá aprender a adular o no saldrá nunca a flote.
El arte es, de todas las mentiras, la que engaña menos.
Cuando llegamos a viejos los pequeños hábitos se vuelven grandes tiranías.
La audacia de su deseo protestó contra el servilismo de su conducta y, por una especie de hipocresía ingenua, estimó que esta prohibición de verla era para él como un derecho a amarla.
Los hombres ligeros y mediocres, los espíritus presuntuosos y exaltados quieren llegar a una conclusión en todas las cosas, pretendiendo encontrar el fin de la vida y la dimensión del infinito.
Por más que se sintiese humillada por la bajeza de tal felicidad, se agarraba a ella por costumbre o por corrupción.