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Ser tonto, egoísta y tener buena salud, son las tres condiciones requeridas para ser feliz.
Gustave Flaubert
No tengo simpatía alguna por ningún partido político o, mejor dicho, los aborrezco a todos, porque todos me parecen igualmente limitados, falsos, pueriles, empleados en lo efímero, sin visión de conjunto y sin elevarse jamás más allá de lo útil.
Tenía esa indefinible belleza que resulta de la alegría, del entusiasmo, del éxito, y que no es más que la armonía del temperamento con las circunstancias.
Notarios. En la actualidad no hay que confiar en ellos.
De los defectos sólo se da cuenta el desamorado; de ahi que para verlos tengamos que volvernos también desamorados, aunque no más de lo necesario.
Porque un imbécil tenga dos pies como yo, en vez de cuatro como un burro, no me creo obligado a quererlo, o al menos, a decir que lo quiero y que me interesa.
Inclinó hacia atrás el blanco cuello que se dilataba con un suspiro y desfallecida, deshecha en lágrimas con una largo estremecimiento y tapándose la cara, se entregó.
Huéspedes. Ejemplos para dar a los hijos.
La añoranza se asfixió bajo el hábito.
Pero la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aleja de ellas un poco. No hay que tocar a los ídolos; su dorado se nos queda en las manos.
Lo bello no puede estropear nada.
Imbéciles. Quienes no piensan como uno.
El libertino más ramplón ha soñado alguna vez con sultanas, y todos los notarios llevan dentro de sí las ruinas de un poeta.
El hecho de denigrar a los seres queridos es algo que siempre nos aparta un poco de ellos.
El amor es una planta de primavera que todo lo perfuma con su esperanza, incluso las ruinas por donde trepa.
Desde entonces, el recuerdo de León fue como el centro de su hastío; chisporroteaba en él más fuerte que en una estepa de Rusia, un fuego de viajeros abandonado en la nieve.
Me gusta rodearme de recuerdos, de igual modo que no vendo mis trajes viejos. A veces subo a verlos al desván donde los guardo y recuerdo los tiempos en que aún estaban nuevos y en todas las cosas que hice cuando los llevaba.
Buscar la felicidad es una monstruosidad que se paga.
Volvía a sentir los latidos de su corazón y la sangre circulando por dentro de su carne como si fuera un río de leche.
La naturaleza exterior nos avergüenza: es de una serenidad desoladora para nuestro orgullo.
Mi madre me esperaba en la estación. Lloró al verme regresar. Tú lloraste al verme partir. ¡Tan miserable es nuestra condición que no podemos desplazarnos de un lugar a otro sin que cueste lágrimas para ambas partes!
Los corazones femeninos son como esos pequeños muebles bargueños, llenos de cajoncillos encajados unos en otros; después de lastimarnos y de rompernos las uñas en ellos, hallamos en el fondo alguna flor seca, vilanos de polvo, o bien ¡el vacío!.
Minuto. A veces, un minuto resulta muy largo.
Bovarismo es no estar contento con la realidad, un anhelo de una vida construida sobre ensoñaciones.
Escribo por el solo placer de escribir, para mí solo, sin ninguna finalidad de dinero o publicidad. En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas.
¿Me comprenderás hasta el final, soportarás el peso de mi tedio, mis manías, mis caprichos, mis desánimos y mis coléricas mudanzas?
No creo en el remordimiento: es una palabra de melodrama que jamás consideré auténtica.
A medida que se asciende en la escala de los seres, la facultad nerviosa aumenta, es decir, la facultad de sufrir. Así, pues, ¿serán una cosa misma sufrir y pensar?
¡Ah! ¡Los hombres de acción! ¡Los activos! Hay que ver cómo se cansan ellos y nos cansan a los demás por no hacer nada. ¡Y qué vanidad más boba la que nace de una turbulencia baldía! ¿Qué ha quedado de todos los Activos, de Alejandro, de Luis XIV, etc., incluso de Napoleón, tan próximo a nosotros? El pensamiento es eterno, como el alma, y la acción es mortal, como el cuerpo.
La manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella.
La humanidad es como es. No se trata de cambiarla, sino de conocerla.
Hay que poner el corazón en el arte, la inteligencia en el comercio del mundo, el cuerpo allá donde se encuentre bien, la bolsa en el bolsillo y la esperanza en parte alguna.
Hay que apoyarse sobre los fuertes y sobre lo eterno, y no sobre nuestras pasiones tornasoladas y cambiantes.
No debe llorarse más muerte que la de los hombres felices, es decir, de muy pocas personas.
El sueño entero de la democracia reside en elevar al proletariado al nivel de estupidez del burgués. En parte, éste es un sueño que ya se ha realizado. El proletariado lee los mismos periódicos y tiene las mismas pasiones que el burgués.
Yo soy un arabesco de marquetería; hay trozos de marfil, de oro y de hierro; los hay de cartón pintado; los hay de diamante; los hay de hoja de lata.
Amad el arte, entre todas las mentiras es la menos mentirosa.
Las pasiones son buenas, pero no en exceso; hacen perder mucho tiempo.
El deber no es otro que sentir lo grande, adorar lo bello y no aceptar, con las ignominias que nos imponen, todos los convencionalismos sociales.
El estilo es la vida y la sangre misma del pensamiento.