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Nada tan agradable como los principios del amor, cuando a ella le gusta aprender y a él le gusta enseñar.
Goethe
Dónde arden lámparas hay manchas de aceite; donde arden velas, gotas de cera; únicamente la luz del sol ilumina pura y sin mancha.
Ni con la mejor voluntad y la más pura de las intenciones les resulta fácil conocerse a los hombres; y a ello viene a sumarse la mala voluntad, que todo lo tergiversa.
Aquel que cree en la inmortalidad debe disfrutar su felicidad en silencio, sin presumir de ello.
El hombre bueno, en medio de sus vagas aspiraciones, tiene, instintivamente, el conocimiento del buen camino.
El diablo es un egoísta, y no hace fácilmente por amor de Dios lo que resulta en beneficio de otro.
En la guerra, la fortuna es variable. Por eso, el guerrero prudente no debe menospreciar al enemigo.
El mayor mérito del hombre consiste en determinar, en la medida de lo posible, las circunstancias, y no dejar, en la misma medida, que las circunstancias lo determinen a él.
La belleza es indivisible; el que ha llegado a poseerla, antes de compartirla prefiere anonadarla.
Si yo pudiera enumerar cuánto debo a mis grandes antecesores y contemporáneos, no me quedaría mucho en propiedad.
La mayor riqueza del hombre consiste en tener un ánimo suficientemente grande para no desear la riqueza.
Sed pródigos, muy pródigos; si queréis lograr vuestro objetivo, procurad interesar a los hombres, ya que es dificil contentarlos.
Calza unos zapatos de tacón alto. Siempre seguirás siendo lo que eres.
¿Quién osó luchar con los dioses, y quién con el Único? Es hermoso ser un discípulo de Homero, aunque sea el último.
El mundo es en si hermoso de mirar, especialmente el de los poetas.
El hombre que se vence a si mismo se libra de la opresión que constriñe a todos los seres.
Peligroso es el hombre que ya no tiene nada que perder.
¿Es preciso que lo que constituye la felicidad del hombre sea también la fuente de su miseria?
Resulta dificil hacer frente a los errores de la época: si los combatimos, nos quedamos solos; si cedemos ante ellos, no conseguimos ni honor ni alegría.
Un hombre vanidoso no puede ser del todo un hombre rudo, puesto que desea agradar y se atempera a los demás.
La felicidad nace de la moderación.
El hombre sólo se conoce a sí mismo por la acción.
Todo lo transitorio es sólo una imagen.
Si quieres conocerte, actúa. Al actuar es cuando verdaderamente nos medimos con los demás.
No conocemos a los hombres cuando vienen a vernos; tenemos que visitarlos a ellos para averiguar cómo son.
¡Ningún ser puede reducirse a nada! Lo eterno late siempre en todos ellos. Permanece dichoso, asido al ser. Él es eterno, pues existen leyes que salvaguardan los tesoros vivos de donde el Universo se adornó.
Lo que puedas hacer o soñar, ponte a hacerlo. La osadía está llena de genialidad, poder y magia.
Sigue la mente de un maestro; caminar con él es avanzar.
El talento se educa en la calma, y el carácter en la tempestad.
¿Conoces tú el país en que florecen los limoneros y el oro de las naranjas brilla entre el oscuro follaje, y donde una suave brisa baja de un cielo azul y se alzan airosos mirtos y rosales? ¡Ahí, ahí quisiera vivir contigo, amada mía!
Por grande que sea, llena de esto tu corazón, y cuando, penetrada de tal sentimiento, seas feliz, nómbralo entonces como quieras, llámale Felicidad, Corazón, Amor, Dios. Para ello no tengo nombre; el sentimiento es todo. El nombre no es más que ruido y humo que ofusca la lumbre del cielo.
Cuán insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente.
Que avance la cultura intelectual, que las ciencias naturales progresen en mayor medida y profundidad, y que la mente humana se expanda tanto como le plazca. No superarán la cultura moral del cristianismo que se irradia de los Evangelios.
El que quiera tener razón y habla solo, de seguro logrará su objetivo.
Mi placer de crear era ilimitado. El talento productivo no me abandonó ni un instante durante algunos años; lo que se me ocurría durante el día y en estado de vela, se iba a menudo elaborando de noche, en ordenados sueños.
El amor otorga en un momento lo que el trabajo puede conseguir apenas en largo tiempo.
Todos los días deberíamos oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas.
Es muy cierto que sólo el amor hace que el hombre necesite a sus semejantes.
Un hombre vale por tantos hombres cuantos idiomas posee.
Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos.