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No hay nada más raro en el mundo que una persona a la que siempre podamos tolerar.
Giacomo Leopardi
Todas las criaturas se sienten o pueden sentirse satisfechas de sí mismos, excepto el hombre; lo que demuestra que su existencia no esta limitada a este mundo como la del resto de las cosas.
No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo.
Cada hora la vida te hiere; la última te mata.
Dos cosas hermosas tiene el mundo: amor y muerte.
El mejor modo de ocultar a otros los límites del propio saber está en no traspasarlos.
La felicidad o infelicidad no se mide desde el exterior sino desde dentro.
Pedir que una poesía sea razonable es como esperar que una bestia sea razonable.
La gentileza de morir comprende.
Los mejores momentos del amor son aquellos llenos de una dulce melancolía, en que uno llora sin saber porqué, y se resigna dulcemente a una desgracia ni siquiera vislumbrada.
De la misma manera que los individuos, las naciones no harían nunca nada importante si no estuvieran llenas de sí mismas, de amor propio, de ambición, de plena conciencia de su valía, de confianza en sí mismas.
El hombre no vive de otra cosa que de religión o de ilusiones.
Yerran grandemente aquellos que para hacerse más amables afectan un carácter moral distinto al propio.
Nada hay tan raro en el mundo como una persona habitualmente soportable.
El que tiene el valor de reír es dueño del mundo.
¡Ay, amor! ¡Qué mal me gobernaste! ¿Por qué un sentimiento tan dulce me trae tanto dolor, tanto deseo?
El mundo se parece a las mujeres; nada se obtiene de él con mansedumbre y con apocamiento.
Amor, de nuestra vidaengaño inútil.
Mucho me engaño o raras son en nuestros días las personas muy celebradas cuyas alabanzas no hayan comenzado en su propia boca.
Advierte que no es menos vituperable dejarse ganar por los amigos en favores, que dejarse vencer por los enemigos en las ofensas.
Grande es y terrible el poder de la risa en los hombres: contra él ninguno se halla, en conciencia, totalmente inmunizado. El que tiene el valor de reír, es dueño del mundo, poco más o menos como el que está dispuesto para morir.
Ninguna opinión, verdadera o falsa, pero contraria a la dominante y general, se ha abierto paso en el mundo instantáneamente y por la virtud de una demostración luminosa y tangible, sino a fuerza de repeticiones y, por ende, de costumbre.
Quizá, el camino más directo para conquistar la fama sea el afirmar con seguridad y pertinencia y, por cuantos modos sea posible, el haberla conquistado.
Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son.
La muerte no es mal, porque libra al hombre de todos los males y, juntamente con los bienes, le quita también los deseos. La vejez, por el contrario, es un mal extremo, porque priva al hombre de todos los placeres, dejándole los apetitos, y por añadidura le trae toda clase de dolores.
El arte nunca puede igualar la riqueza de la naturaleza.
Toda operación de nuestro espíritu tiene su origen inevitable en el egoísmo.
La paciencia es la más heroica de toda apariencia de heroísmo.
Los antepasados son lo más importante para quien no ha hecho nada.
En la conversación o cualquier otro coloquio sucede inevitablemente que el placer de unos y el aburrimiento de otros han de compensarse mutuamente; siendo mucha suerte poder mantener ese equilibrio.
Todo es arcano, excepto nuestro dolor.
Para la felicidad son menos nefastos los males que el aburrimiento.
De los actos egregios es aguijón el amor, y de alto afecto maestra la beldad.
Ningún indicio mayor de ser poco filósofo o poco sabio, que pretender vivir siempre sabia y filosóficamente.
La paciencia es las más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo.
Más pronto se encuentra a quien por un extraño esté dispuesto a aventurar su vida, que a uno que, no digo gaste, sino arriesgue, un duro por su amigo.
El abuso y la desobediencia a la ley, no puede ser impedida por ninguna ley.
En todos los climas, bajo todos los cielos, la felicidad siempre está en otra parte.
Los hombres se avergüenzan, no de las injurias que hacen, sino de las que reciben.
El odio a nuestros semejantes es mayor con los más allegados.