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He tenido amigos que han actuado amablemente hacia mí, y ha sido mi buena fortuna causante de tener el poder de darles pruebas substanciales de mi gratitud.
Giacomo Casanova
Mis éxitos y mis fracasos, lo bueno y lo malo que he experimentado, todo me ha demostrado que este mundo, tanto físico como moral, el bien sale siempre del mal, igual que el mal del bien.
Es falso que la pretensión a una recompensa no convenga a la verdadera virtud y que ofenda su pureza; pues, por el contrario, sirve para mantenerla, dado que el hombre es demasiado débil para desear la virtud con el fin de complacerse a sí mismo.
Que no se me censure si, a veces, parece que pinto ciertas escenas de amor con demasiado detalle, a no ser que me juzgue mal pintor, ya que no se podría reprochar a mi ánimo gastado el que no sepa ya gozar sino por reminiscencia.
Una de las unicas ventajas de una gran tristeza es que nada parece más doloroso que la misma, es una especie de desesperación que no carece de cierta dulzura.
En cuanto a las mujeres, siempre me ha parecido dulce el olor de las que he amado.
La economía en terminos de placer no es de mi gusto.
En la noche, usted sabe, todos los gatos son grises.
He tenido, sucesivamente, todos los temperamentos: el colérico en mi infancia, el sanguíneo en la juventud; más tarde, el bilioso, y, por fin, el melancólico, que, probablemente, no me abandonará ya.
¡Tedio cruel! Solo por olvido no te han hecho los autores de las penas del infierno figurar entre ellas.
Si sintiera después de mi muerte, no dudaría ya de nada; pero desmentiré a todos los que me vengan a decir que he muerto.
El tiempo que se da para el disfrute nunca es perdido.
Como consideraba que había nacido para el bello sexo, lo he amado siempre y me he hecho amar por él cuanto he podido.
El pensamiento del hombre, que no consiste más que en las comparaciones que se hacen para examinar las sensaciones, no puede preceder a la existencia de la memoria.
La divisa que he adoptado justifica mis digresiones y los comentarios que hago, tal vez con demasiada frecuencia; sobre mis hazañas de todo tipo.
Creo en la existencia de un Dios inmaterial, autor y señor de todas las formas; y lo que me demuestra que nunca he dudado de Él es que siempre he confiado en su Providencia.
La razón es una pequeña parte de la divinidad del Creador. Si la empleamos para ser humildes y justos, no podemos sino complacer a aquel que nos la dio.
Las olvidé porque todo se olvida; pero al acordarme de ellas, hallo más profunda la impresión que me causaron.
El temeroso veneno llamado celos, una infeliz pasión que devora el miserable que se está trabajando con ella, y destruye el amor que le dio nacimiento.
Los que no aman la vida no lo merecen.
La muerte me había aislado; me encontraba entrado en años, sin recursos, y con pocas esperanzas de seguir conquistando el corazón de las mujeres.
Oso testigo de que he vivido como un filósofo, y muerto como un cristiano. Sus ultimas palabras según el Príncipe de Ligne.
Reconociendo que durante toda mi vida he actuado más a impulsos de los sentimientos que obedeciendo al resultado de mis reflexiones, he creído reconocer que mi conducta ha dependido más de mi carácter que de mi razón, que habitualmente han sido opuestos, y, en sus choques constantes, nunca me pareció tener una razón a la altura de mi carácter ni un carácter a la altura de mi razón.
Por lo que toca a las mujeres, se trata de engaños recíprocos que no entran en la cuenta, porque cuando el amor se mete por medio, es cosa común que los unos engañen a los otros.
El hombre es libre, pero deja de serlo si no cree en su libertad; y cuanto más fuerte supone al destino, tanto más se priva de la fuerza que Dios le ha concedido al dotarle de razón.
Recordando los placeres que he tenido anteriormente, los renuevo, gozo de ellos una segunda vez, mientras que me río de los problemas ahora pasados, de los cuales no siento nada más.
En cuanto a mi porvenir, nunca he querido preocuparme filosóficamente, porque no sé nada de él; y porque, como cristiano, considero que la fe debe creer sin razonar, y que la más pura guarda un profundo silencio.
Si desea hacer reir, tu rostro debe seguir siendo grave.
Verán que he amado siempre la verdad con tal pasión, que muchas veces he comenzado mintiendo con el fin de llegar a introducirla en cerebros que desconocían sus encantos.
No hallo palabras para describir toda la voluptuosidad que aquel ser encantador me reservaba. Ella fue quien se acercó a mí. Sin hablarnos, se confundieron nuestros besos y caricias. Dejaba vagar mi mirada por aquel hermoso rostro, animado del más tierno amor.
Si se me califica de sensual, se cometerá una equivocación, porque la fuerza de mis sentidos nunca me ha hecho descuidar mis deberes cuando los he tenido.
Los hombres tienen el espíritu limitado por muchas preocupaciones, mientras que las mujeres, aunque ignorantes, son generalmente vivarachas y graciosas. Pero unos y otras se hallan animados de deseos, de pasiones, tan vivas como el aire que respiran, tan ardientes como el sol que ilumina aquellas regiones.
Aprende de mí que un hombre prudente, que ha escuchado una acusación penal relacionados con tantos pormenores absurdo deja de ser prudente cuando se hace a sí mismo el eco de lo que ha escuchado, ya que si la acusación debía ser un factor calumnia, el orador A sí mismo convertido en el cómplice de la slanderer.
Si es feliz o desdichado, la vida es el único tesoro que puede poseer.
Ante la obligación de decir también algo sobre mi carácter y mi temperamento, el más indulgente de mis lectores no será ni el menos sincero ni el más falto de ingenio.
Las mujeres son peligrosas por las enfermedades que muchas de ellas comunican a los que obtienen sus favores.
La gente quiere saberlo todo, y que inventar cuando no pueden adivinar ni la nada.
Comienzo declarando al lector que, en todo cuanto he hecho en el curso de mi vida, bueno o malo, estoy seguro de haber merecido elogios y censuras, y que, por tanto, debo creerme libre.
¡Oh muerte! ¡Muerte cruel! Ley fatal que la Naturaleza debe reprobar, puesto que no tiendes más que a su destrucción.
El amante más dispuesto a arrostrar los peligros, es el preferido siempre. En el paseo, en la iglesia, en el teatro, las españolas hablan con los ojos a quien quieren; poseen este seductor lenguaje a la perfección.