Imágenes
La única revolución es intentar mejorar uno mismo esperando que los demás también lo hagan.
Georges Brassens
Tengo verdadero talento para unir unas palabras con otras, pero no creo que se trate de verdadera poesía. Es una especie de habilidad, una ternura que pongo en mis canciones.
El gorila es superior al hombre en el abrazo. Muchas mujeres te lo dirán.
Para conocer a una mujer hace falta toda una vida.
Y he aquí la muerte, la muerte que siempre vuelve a empezar...
Que nunca el arte abstracto, que nos tiraniza hoy día arranque de sus encantos este volumen asombroso.
Que en lugar de apuntar hacia un enemigo difuso, es mejor esperar que se torne en amigo, es mejor contar hasta diez con el palo en la mano, es mejor dejar una salva para mañana.
Si mi rostro tiene algunas arrugas recordad que a mi edad desearíais estar como yo.
A la compañera de viaje, cuyos ojos, encantador paisaje, hacen parecer corto el camino.
En mi pueblo, sin pretensión, tengo mala reputación. Haga lo que haga es igual todo lo consideran mal. Yo no pienso, pues, hacer ningún daño queriendo vivir fuera del rebaño. No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Con veinte años el corazón sigue a los ojos.
Sin técnica un don no es más que una sucia manía.
Si el Padre Eterno existe, a fin de cuentas, el ve que no me comporto peor que si fuera un creyente.
Morir por las ideas, de acuerdo; pero de muerte lenta.
No fue más que un poco de miel pero calentó mi cuerpo y en mi alma brilla aún como un gran sol.
La vida es siempre amor y miseria. La vida son siempre las mismas canciones.
Y es triste no estar ya triste sin ti.
Su espalda pierde su nombre con tanta gracia, que no puede uno más que darle la razón; ojalá fuera yo, señora, un poeta de raza, para decir en su honor una oda inmortal.
¡Eh! Dame tu boca, ¡Eh! ¡Mi fresa bonita! El alba ha llenado de fresas nuestro horizonte.
Que los únicos generales que se deben seguir a ciegas son los generales de los soldaditos de plomo.
No hay como los imbéciles que saben hacer bien el amor.
Me convertí en un niño delante de una muñeca que cierra los ojos cuando se la acuesta.
No nos hagáis beber, ¡oh!, no, esas aguas minerales, benditas o lustrales, sino buen vino, ¡por lo que más queráis!
Dios, si existe, exagera.
Si el cuerpo no siente al corazón de latir, el cuerpo tampoco se mueve.
El menú que más conforta en sus labios lo hallaré.
¿Nunca has, en sueños, en el cielo de otra cama contado nuevas estrellas?
Hay días en los que a Cupido no le calienta nada.
La amistad no pide nada a cambio, salvo mantenimiento.
El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que se comparte.
En el tiempo donde los culos postizos son mayoría, gloria a éste que dice toda la verdad.