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Considérese como cosa decidida que son distintos la fe y el saber y que, por tanto, no sabemos nada de Dios.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel
La caducidad puede conmovernos; pero se nos muestra, si miramos más profundamente, como algo necesario en la idea superior del espíritu.
Hemos de contemplar la historia universal según su fin último. Este fin último es aquello que es querido en el mundo. Sabemos que Dios es lo más perfecto. Por tanto, Dios sólo puede quererse a sí mismo, y a lo que es igual a sí. Dios y la naturaleza de su voluntad son una misma cosa; y ésta es la que filosóficamente llamamos la idea.
Producirse, hacerse objeto de sí mismo, saber de sí, es la tarea del espíritu.
El amor en la mujer está siempre mezclado con una admiración involuntaria, y cesa cuando cree convencerse de que el hombre le es inferior.
El precepto del derecho es: sé una persona y respeta a los demás como persona.
El rejuvenecimiento del espíritu no es un simple retorno a la misma figura; es una purificación y elaboración de sí mismo.
Lo primero que el espíritu sabe de sí. En su forma de individuo, es que siente. Aquí todavía no hay ninguna objetividad. Nos encontramos determinados de este y de aquel modo.
También podríamos recluirnos en el egoísmo, que permanece en la playa tranquila, y contemplar seguros el lejano espectáculo de las confusas ruinas.
La historia debe considerarse con el intelecto; la causa y el efecto deben hacérsenos concebibles.
¡Bienvenido sea el dolor si es causa de arrepentimiento!
La historia sólo debe recoger puramente lo que es, lo que ha sido, los acontecimientos y actos.
Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión.
La realidad es irracional.
El hombre es lo que debe ser, mediante la educación, mediante la disciplina.
Un pueblo que considera a la naturaleza como su dios, no puede ser un pueblo libre.
La filosofía es el mundo al revés.
Las leyes y los principios no viven ni prevalecen inmediatamente por sí mismos. La actividad que los pone por obra y les da existencia son las necesidades y los impulsos del hombre, como asimismo sus inclinaciones y pasiones.
La razón aprehendida es su determinación, es la cosa. Lo demás - sí permanecemos en la razón en general- son meras palabras.
Este interés objetivo, que actúa sobre nosotros, tanto por virtud del fin universal como del individuo que lo representa, es lo que hace atractiva la historia.
La independencia del hombre consiste en esto: en que sabe lo que lo determina.
En la historia caminamos entre las ruinas de lo egregio. La historia nos arranca a lo más noble y más hermoso, por que nos interesamos. Las pasiones lo han hecho sucumbir. Es perecedero. Todo parece pasar y nada permanecer. Todo viajero ha sentido esta melancolía.
La razón ha determinado las grandes revoluciones de la historia, es el punto de partida necesario de la filosofía en general y de la filosofía de la historia universal.
La lectura del periódico es la oración matinal del hombre moderno.
La sustancia del espíritu es la libertad. Su fin en el proceso histórico queda indicado con esto: es la libertad del sujeto; es que éste tenga su conciencia moral y su moralidad, que se proponga fines universales y los haga valer; que el sujeto tenga un valor infinito y llegue a la conciencia de este extremo. Este fin sustantivo del espíritu universal se alcanza mediante la libertad de cada uno.
El arte, la religión y la filosofía sólo difieren por la forma; su objeto es el mismo.
La idea es primeramente algo interno e inactivo, algo irreal, pensado, representado; es lo interno en el pueblo.
El comportamiento simple del alma ingenua consiste en atenerse, con un convencimiento confiado, a la verdad públicamente reconocida, y edificar a partir de esos sólidos cimientos un modo de actuar y una posición firme en la vida.
Cien años de injusticia no hacen derecho.
El que aspira a algo grande, ha de saber limitar sus deseos; quien, al contrario, todo lo quiere, no ambiciona, en realidad, nada y nada consigue.
El hombre vale porque es hombre, no porque es judío, católico, representante, alemán, italiano, etc.
La filosofía viene siempre demasiado tarde. En tanto que el pensamiento del mundo, sólo aparece cuando la realidad ha cumplido y terminado su proceso de formación.
Cabe soñar de sí mismo muchas cosas que no son sino representaciones exageradas del propio valor.
La libertad es la necesidad comprendida.
Coloca lo ideal, el pensamiento, entre la violencia del impulso y su satisfacción.
Si alguien quisiera calificar de este o aquel modo a una persona que sólo obra según su sentimiento, esta persona tendría el derecho de devolverle aquel calificativo, y ambos tendrían razón, desde sus puntos de vista, para injuriarse.
En realidad, el hombre tiene religión porque no es un animal, sino un ser pensante.
Nada vive que no sea de alguna manera la idea. La idea del derecho es la libertad, y para aprehenderla verdaderamente se la debe conocer en su concepto y en la existencia que adopta su concepto.
El espíritu, por el contrario, consiste justamente en tener el centro en sí.
Lo que sólo es en sí, constituye una posibilidad, una potencia; pero no ha pasado todavía de la interioridad a la existencia.