Imágenes
El sol tiende los rayos de su lumbre por montes y por valles, despertando las aves y animales y la gente: cuál por el aire claro va volando, cuál por el verde valle o alta cumbre paciendo va segura y libremente.
Garcilaso de la Vega
¡Oh bienaventurado, que sin ira, sin odio, en paz estás, sin amor ciego, con quien acá se muere y se suspira, y en eterna holganza y en sosiego vives y vivirás cuanto encendiere las almas del divino amor el fuego!
Contigo, mano a mano busquemos otros prados y otros ríos, otros valles floridos y sombríos, donde descanse, y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte.
Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero.
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! Juntas estáis en la memoria mía y con ella en mi muerte conjuradas.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El corazón dispone a la alegría que vecina tenía, y reserena su rostro, y enajena de sus ojos muerte, daños, enojos, sangre y guerra.
Aqueste es de los hombres el oficio, tentar el mal, y si es malo el suceso, pedir con humildad perdón del vicio.
No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya primero no me quitan el sentido.
Basta saber que aquesta tan sencilla y tan pura amistad quiso mi hado en diferente especie convertilla, en un amor tan fuerte y tan sobrado, y en un desasosiego no creíble, tal que no me conozco de trocado.
Más a las veces son mejor oídos el puro ingenio y lengua casi muda, testigos limpios de ánimo inocente, que la curiosidad del elocuente.
Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas; que no hay, sin ti, el vivir para que sea.
Culpa debe ser quereros, según lo que en mí hacéis, mas allá lo pagaréis do no sabrán conoceros, por mal que me conocéis.
Ella en mi corazón metió la mano, y de allí me llevó mi dulce prenda: que aquel era su nido y su morada.