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Mientras que la creencia en la justicia social rija la acciónpolítica, el proceso deberá aproximarse cada vez más a un sistema totalitario.
Friedrich Hayek
Viene de antaño la idea de que quienes adoptan las prácticas del mercado competitivo consiguieron mayor aumento demográfico y desplazaron a otros grupos que siguieron costumbres diferentes... Sólo los grupos que se comportan conforme a ese orden moral logran sobrevivir y prosperar.
El reconocimiento del individuo como juez supremo de sus fines, la creencia en que, en lo posible, sus propios fines deben gobernar sus acciones, es lo que constituye la esencia de la posición individualista.
El concepto de justicia social es por fuerza un concepto vacío y carente de significado, porque en él no hay ninguna voluntad que pueda determinar los ingresos relativos de las distintas personas, o evitar el hecho de que dependan en parte de la casualidad.
Como es únicamente el líder supremo quien determina los fines, sus instrumentos no pueden tener convicciones morales propias. Tienen, ante todo, que entregarse sin reservas a la persona del líder; pero, después de esto, la cosa más importante es que carezcan por completo de principios y sean literalmente capaces de cualquier cosa.
La sociedad simplemente se ha convertido en la nueva divinidad ante la cual se protesta y se pide reparación si no satisface las expectativas que ha creado.
Es seguramente más oportuno considerar las Constituciones como superestructuras levantadas al objeto de garantizar el mantenimiento del Estado de derecho que, como suele hacerse, atribuirles la categoría de fuente de todas las demás leyes.
Todo el aparato (colectivista) para difundir conocimientos: las escuelas y la prensa, la radio y el cine se usarán exclusivamente para propagar aquellas opiniones que, verdaderas o falsas, refuercen la creencia en la rectitud de las decisiones tomadas por la autoridad; se prohibirá toda la información que pueda engendrar dudas o vacilaciones.
Las nuevas cosas... Sólo llegan a constituir el patrimonio de la mayoría de la gente sólo porque durante algún tiempo han sido el lujo de los menos...
Súbitamente empezó a pensarse que el hecho de que el gobierno hubiera quedado sometido al control de la mayoría hacía innecesario mantener sobre él cualquier limitación, por lo que cabía impunemente abandonar todas las salvaguardias constitucionales.
Cuando al hacer una ley se han previsto sus efectos particulares, aquélla deja de ser un simple instrumento para uso de las gentes y se transforma en un instrumento del legislador sobre el pueblo y para sus propios fines.
La libre competencia, evitando todo aquello que considere mérito, necesidad y conceptos similares, sobre los cuales se basan las demandas de justicia social, tiende a reforzar la regla de igual pago.
Totalitarismo es la nueva palabra que hemos adoptado para describir las inesperadas pero inseparables manifestaciones de lo que en teoría llamamos socialismo.
Cuando la autoridad se presenta con la apariencia de organización, muestra un encanto tan fascinador que puede convertir las comunidades de gentes libres en Estados totalitarios.
Los órdenes naturales, tales como el mercado, no pueden ser captados por nuestros sentidos, sino que sólo cabe descubrir su existencia por vía del intelecto.
Es indudable que el ser libre puede significar libertad para morir de hambre... El vagabundo que carece de dinero y que vive precariamente gracias a una constante improvisación es ciertamente más libre que el soldado que cumple el servicio militar forzoso, dotado de seguridad y relativamente bienestar.
Si a la larga somos los artífices de nuestro propio destino, a corto plazo somos cautivos de las ideas que hemos engendrado.
En un Estado totalitario la situación es, permanentemente y en todos los campos, la misma que en los demás países domina algunos ámbitos en tiempos de guerra. Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar dudas acerca de la competencia del gobierno o crear descontento.
El estado en virtud del cual un hombre no se halla sujeto a la coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros... La independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero.
Lo esencial para que cumpla su función como principio motor del progreso intelectual no es que todos puedan ser capaces de pensar o escribir cualquier cosa, sino que cualquier causa o idea pueda ser defendida por alguien.
Si la civilización es fruto de inesperados y graduales cambios en los esquemas morales, por mucho que nos desagrade, nos veremos obligados a concluir que no está al alcance del hombre establecer ningún sistema ético que pueda gozar de validez universal.
Los socialistas creen en dos cosas que son absolutamente diferentes y hasta quizá contradictorias: libertad y organización.
El hombre es libre si sólo tiene que obedecer a las leyes y no a las personas.
El socialismo pese a haberse inspirado en las mejores intenciones y haber tenido por mentores tal vez a lo más selecto de la sociedad, no deja de constituir una grave amenaza para el nivel de vida y la existencia misma de una parte de la población actual.
Un orden no intencionado puede ser superior a cualquier otro que sea fruto de intencionada creación.
No puede decirse de la democracia.
La defensa de la libertad tiene que ser dogmática, sin concesión alguna al oportunismo, aún cuando no sea posible demostrar que, al margen de los efectos positivos, su infracción pueda comportar algunas consecuencias perjudiciales. La libertad sólo puede prevalecer si se acepta como principio general cuya aplicación a casos particulares no tiene necesidad de justificarse.
En un orden espontáneo no pueden evitarse las frustraciones inmerecidas.
Que los avances del pasado se vean amenazados por las fuerzas tradicionalistas de la derecha es un fenómeno de todos los tiempos que no debe alarmarnos. Pero si el puesto de la oposición, tanto en la discusión pública como en el Parlamento, terminase por ser el monopolio de un segundo partido reaccionario, no se podría conservar ninguna esperanza.
En el marco social, sin embargo, el éxito de la humana actividad depende de un cúmulo de realidades concretas mucho mayor de las que ser humano alguno puede conocer. Toda nuestra civilización se basa necesariamente, en consecuencia, en la posibilidad de que el hombre pueda otorgar fiabilidad a muchas realidades que en el sentido cartesiano no cabe plenamente conocer.
La desigualdad se soporta, sin duda, mejor y afecta mucho menos a la dignidad de la persona si está determinada por fuerzas impersonales que cuando se debe al designio de alguien.
La libertad que se usa por un hombre sólo dentro de un millón de hombres puede ser más importante para la sociedad y más beneficiosa a la mayoría que cualquier libertad que usemos todos.
Conforme la civilización asume formas más complejas, más tiene que restringirse la libertad del individuo.
Está enteramente de acuerdo con el espíritu del totalitarismo la condenación de toda actividad humana realizada por puro placer y sin ulterior propósito. La ciencia por el placer de la ciencia, el gusto del arte por el arte, son igualmente aborrecibles para los nazis, nuestros intelectuales socialistas y los comunistas.
Si pretendemos el triunfo en la gran contienda ideológica de esta época, es preciso, sobre todo, que nos percatemos exactamente de cual es nuestro credo.