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La ley es la organización del derecho natural de legítima defensa: es la sustitución de la fuerza colectiva a las fuerzas individuales, para actuar en el campo restringido en que éstas tienen el derecho de hacerlo, para garantizar a las personas, sus libertades, sus propiedades y para mantener a cada uno en su derecho, para hacer reinar para todos la justicia.
Frédéric Bastiat
Cuando el saqueo es organizado por ley para ganancia de los que hacen la ley, todas las clases saqueadas tratan de entrar de alguna manera -de forma pacífica o revolucionaria- en la elaboración de leyes.
El Estado es la ficción mediante la cual todos tratamos de vivir a expensas de los demás.
La vida, la libertad y la propiedad no existen por razón de leyes hechas por el hombre. Por el contrario, el hecho es que la vida, la libertad y la propiedad existen con anterioridad a aquello que hizo a los hombres hacer leyes por primera vez.
Cuando la ley y la moral se contradicen una a otra, el ciudadano confronta la cruel alternativa de perder su sentido moral o perder su respeto por la ley.
El progreso de la inteligencia, del sentido común y de las costumbres nos acerca poco a poco a esa bella proporcionalidad, al colocar cada servicio en el sitio que moralmente le corresponde, si puedo expresarlo así.
¿Qué son nuestras facultades, sino una prolongación de nuestra personalidad, y qué es la propiedad sino una prolongación de nuestras facultades?
La existencia de la personalidad, la libertad y la propiedad, no se debe a que los hombres hayan dictado Leyes. Por el contrario, la preexistencia de su personalidad, libertad y propiedad es la que determina que puedan hacer leyes los hombres.
Nos dicen los socialistas: Puesto que la ley organiza la justicia, ¿por qué no habría de organizar el trabajo la enseñanza y la religión? ¿Por qué? Porque no podría organizar el trabajo, la enseñanza y la religión, sin desorganizar la justicia.
Es una desgracia que el sentido de la responsabilidad se apague en el hombre.
Ninguna sociedad puede existir, si no impera en algún grado el respeto a las leyes.
La quimera de hoy es la de enriquecer a todas las clases, las unas a expensas de las otras; es la de generalizar la expoliación bajo el pretexto de organizarla.
¡Ea! miserables que tan grandes os creéis, que juzgáis a la humanidad tan pequeña, que todo lo queréis reformar. Reformáos vosotros mismos; con esa tarea os basta.