Imágenes
Resulta evidente que se ha olvidado una componente en los estudios cosmológicos. El origen del Universo, como la solución del cubo de Rubik, requiere una inteligencia.
Fred Hoyle
El origen del Universo requiere una inteligencia', una inteligencia a una escala mayor, 'una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida'.
Personalmente no tengo ninguna duda de que a los historiadores de la ciencia del futuro les resultará misterioso que una teoría que puede considerarse impresentable, haya llegado a ser tan ampliamente admitida.
Es muy poco probable que hasta un polipéptido resultara correctamente de la evolución darviniana, sin mencionar los miles que se necesitan para la supervivencia de células vivientes. Los genetistas saben muy bien esta situación, y, no obstante, parece que nadie pone paro a la teoría de manera definitiva.
Si las masas combinadas del protón y el electrón sumasen en conjunto algo más que la masa del neutrón, y no algo menos, como ocurre en la realidad, el efecto resultaría devastador. Por todo el Universo se romperían inmediatamente los átomos de hidrógeno, formándose neutrones y neutrinos. El Sol, a falta de su combustible nuclear, se apagaría y colapsaría.
No creo que científico alguno que examine las pruebas pueda llegar a otra conclusión que esta: las leyes de la física nuclear se han formulado a propósito.
Los científicos ortodoxos se muestran más preocupados por evitar un retorno a los excesos religiosos del pasado que por mirar cara a cara la verdad, y esta preocupación ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado.
El espacio no está lejos en absoluto. Está solo a una hora de viaje si tu coche pudiera ir recto hacia arriba.
Una interpretación juiciosa de los hechos nos induce a pensar que un superintelecto ha jugado con la física, la química y la biología, y que en la naturaleza no hay fuerzas ciegas dignas de mención. Las cifras obtenidas a partir de los hechos me parecen tan rotundas que convierten esta conclusión en casi incuestionable.
Por su declaración de que el creer que la primera célula se originó por casualidad es como creer que un tornado que pasara por un depósito de partes de aviones pudiera producir un Boeing 747.
Más bien que aceptar la probabilidad fantásticamente pequeña de que las fuerzas ciegas de la naturaleza hubieran producido la vida, parece mejor suponer que su origen se deba a un acto intelectual deliberado.
No veo lógico rechazar datos porque parezcan increíbles.
Los biólogos se entregan a fantasías no contrastadas, negando lo que es patente y obvio, es decir que las 200.000 cadenas de aminoácidos, y por lo tanto la vida, no aparecieron por casualidad.
A medida que los bioquímicos profundizan en sus descubrimientos sobre la imponente complejidad de la vida, resulta evidente que las probabilidades de un origen accidental son tan pequeñas que deben descartarse por completo. La vida no puede haberse producido por casualidad.