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El estado de los casados es estado noble y santo, y muy preciado de Dios.
Fray Luis de León
Cualquiera es poderoso para hacer.
La mujer no es tan loable por ser honesta, cuanto es torpe y abominable si no lo es.
El principio del pecado es la soberbia.
No hay cosa más cerca ni más lejos, más encubierta y más descubierta que Dios.
Para que un hombre sea bueno le basta un bien mediano; mas en la mujer ha de ser negocio de muchos y muy subidos quilates.
El amor verdadero no espera a ser invitado, antes él se invita y se ofrece primero.
La vida del cristiano es una especie de milicia.
¡Oh deleitosos senos, repuestos valles, de mil bienes llenos!
Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma.
Si hay debajo de la luna cosa que merezca ser estimada y preciada es la mujer buena.
Para hacer mal cualquiera es poderoso.
Y, a la verdad, si hay debajo de la luna cosa que merece ser estimada ya preciada, es la mujer buena; y en comparación de ella, el sol mismo no luce y son oscuras, las estrellas.
¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!
Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas.
Muchas cosas están escritas por muchos en loor del trabajo, y todo es poco para el bien que hay en él; porque es la sal que preserva de corrupción a nuestra vida y a nuestra alma.
La fe es el término medio entre la ligereza con que alguno precipitadamente cree y la pertinacia en no creer sino en lo que antes se demuestra por la razón.
Las almas inmortales, hechas a bien tamaño, ¿podrán vivir de sombra y de engaño?
Ninguna cosa siente más el presuntuoso que ser notado de poco avisado.
El que tiene buena mujer es estimado por dichoso en tenerla y por virtuoso en haberla merecido tener.
Virtud, hija del cielo, la más ilustre empresa de la vida.
No conviene al que se casa mujer que sea muy aventajada en belleza, porque, aunque lo hermoso es bueno, están ocasionadas a no ser buenas las hermosas.
Decíamos ayer...
Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de este mundo malvado.
Dichoso el que se mide, Felipe, y de la vida el gozo bueno a sí solo se pide, y mira como ajeno aquello que no está dentro en su seno.
El bien hablar no es común, sino negocio de particular juicio.
A mi una pobrecilla mesa, de amable paz bien abastada, me basta, y la vajilla de fino oro labrada sea de quien la mar no tema airada.
Inseparable compañera de la injusticia es la intemperancia.
A cuyo son divino -el de la música- el alma, que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino y memoria perdida de su origen primero esclarecida.
La paz es el blanco a donde enderezan su intento y el bien a que aspiran todas las cosas.
El tener uno paz consigo es principio certísimo para tenerla con los demás.
Como cuando la fruta en el árbol llega a tener sazón, se suele ella caer de suyo sin que otros la corten, así tiene su cierta razón el vivir, adonde la vida misma, cuando llega, llama a la muerte.
El que de la verdad vive, cualquiera que él sea, aunque ínfimo y vil, puede ser útil en algo.
Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo.
¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?
A cada virtud la sigue e imita otra que no es ella, ni es virtud. Como la osadía parece fortaleza y no lo es, y el desperdiciado no es liberal, aunque lo parece.
Y mientras miserablemente se están los otros abrasando de sed insaciable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando.
Estar en paz con uno mismo es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás.
La virtud no teme a la luz, antes desea venir siempre a ella; por es hija de ella, y criada para resplandecer y ser vista.
Mide Dios como medimos y perdona como perdonamos, y nos socorre en la manera y las entrañas que nos ve socorrer.