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No hay que intentar fijar al hombre, pues su destino es ser soltado.
Frantz Fanon
Lógicamente no es posible someter a la servidumbre a los hombres sin inferiorizarlos parte por parte. Y el racismo no es más que la explicación emocional, afectiva, algunas veces intelectual, de esta inferiorización.
La burguesía occidental ha levantado suficientes barreras y alambradas para no temer realmente la competencia de aquellos a quienes explota y desprecia.
En Europa y todos los países llamados civilizados o civilizadores, la familia es un trozo de nación. Un niño normal que se haya desarrollado en una familia normal, será finalmente un hombre normal. No existe desproporción entre la vida familiar y la nacional.
Liberación nacional, renacimiento nacional, restitución de la nación al pueblo, Commonwealth, cualesquiera que sean las rúbricas utilizadas o las nuevas fórmulas introducidas, la descolonización es siempre un fenómeno violento.
El colonialismo no se comprende sin la posibilidad de torturar, de violar o de matar. La tortura es una modalidad de las relaciones entre ocupantes y ocupados.
El ocupante no comprende. El fin del racismo comienza con una repentina incomprensión. La cultura espasmódica y rígida del ocupante, liberada, se abre al fin a la cultura del pueblo vuelto realmente fraterno. Las dos culturas pueden confrontarse, enriquecerse.
La cultura es, en primer lugar, expresión de una nación, de sus preferencias, de sus tabús, de sus modelos.
Todo pueblo colonizado -es decir, todo pueblo en cuyo seno haya nacido un complejo de inferioridad a consecuencia del enterramiento de la originalidad cultural local- se sitúa siempre, se encara, en relación con la lengua de la nación civilizadora, es decir, de la cultura metropolitana.
El problema está en saber el sitio que esos hombres piensan reservar a su pueblo, el tipo de relaciones sociales que decidan instaurar, la concepción que tienen del futuro de la humanidad. Eso es lo que cuenta. Todo lo demás es literatura y mixtificación.
Cara a cara con este hombre que es diferente de él, el blanco necesita defenderse. En otras palabras, necesita personificar al otro. El otro se convertirá en la mayor de sus preocupaciones y deseos.
No podría haber culturas rigurosamente idénticas. Imaginar que se va a hacer una cultura negra es olvidar singularmente que los negros están en vías de desaparecer, puesto que aquellos que los han creado están contemplando la disolución de su supremacía económica y cultural. No habrá cultura negra porque ningún político piensa tener vocación para dar origen a repúblicas negras.
Hablar. Esto significa emplear una cierta sintaxis, poseer la morfología de ésta o aquella lengua, pero, fundamentalmente, es asumir una cultura, soportar el peso de una civilización.
El inconsciente colectivo, sin que sea necesario recurrir a los genes, es simplemente el conjunto de prejuicios, de mitos, de actitudes colectivas de un grupo determinado.
La constante afirmación de respetar la cultura de las poblaciones autóctonas no significa considerar los valores aportados por esa cultura. Bien pronto se advierte en este propósito una voluntad de objetivar, encasillar. yo los conozco, ellos son así. El exotismo es una de las formas de esta simplificación...
Para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser el más concreto, es primordialmente la tierra: la tierra que debe asegurar el pan y, por supuesto, la dignidad.
La sociedad es, verdaderamente, el conjunto de familias. La familia es una institución que anuncia una institución más vasta: el grupo social o nacional.
El racismo nunca es un elemento agregado, descubierto al azar de una investigación en el seno de los elementos culturales de un grupo. La constelación social, el conjunto cultural son profundamente transformados por la existencia del racismo.
Todo puede explicarse al pueblo a condición de que se quiera que comprenda realmente.
Una lucha que moviliza todas las capas del pueblo, que expresa las intenciones y las impaciencias del pueblo, que no teme apoyarse casi exclusivamente en ese pueblo, es necesariamente victoriosa.
Ayer, al abrir los ojos sobre el mundo, vi el cielo revolverse de parte a parte. Yo quise levantarme, pero el silencio sin extrañas refluyó hacia mí, sus alas paralizadas. Irresponsable, a caballo entre la Nada y el Infinito, me puse a llorar.
Siempre que un hombre ha hecho triunfar la dignidad del espíritu, siempre que un hombre ha dicho no a una tentativa de esclavización de su semejante, yo me he sentido solidario de su acto.
Sí a la vida. Sí al amor. Sí a la generosidad. Pero el hombre es también un no. No a la indignidad del hombre. A la explotación del hombre. Al asesinato de lo que hay más humano en el hombre: la libertad.