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¡Por tus besos vendería el porvenir!
François-René de Chateaubriand
Talleyrand y Fouché, el Vicio apoyado en la Traición.
Para ser un hombre superior en los negocios no se trata de adquirir cualidades, sólo se trata de perder algunas.
Los hombres insignificantes necesitan grandes tumbas, a los hombres grandes les bastan las pequeñas.
Los bosques se adelantan de las civilizaciones. Los desiertos las siguen.
Casi todos los crímenes que castiga la humanidad se deben al hambre.
Una sola palabra basta para destruir la dicha de los hombres.
Se puede atacar la religión en su culto, en sus bienes, en sus ministros; pero no se puede conseguir que una sociedad subsista sin religión. Un monje ignorante pero henchido de fe puede fundar un imperio; Newton, el incrédulo, pesará los mundos, pero no podrá crear un pueblo.
Para borrar nuestras faltas a los ojos de los hombres son precisos torrentes de sangre; pero ante Dios una sola lágrima basta.
Si nos salimos de los hechos, en política, nos perdemos sin retorno.
La tristeza ocupa siempre lo interior de las alegrías del hombre.
El tiempo no se detiene para admirar la gloria; se sirve de ella y sigue adelante.
Para llegar a aborrecer a los conquistadores, habría que saber todos los males que causan; habría que ser testigo de la indiferencia con la que se les sacrifican las más inofensivas criaturas en algún rincón del globo en el que ellos jamás han puesto los pies.
Mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones.
Los demás siempre nos parecen más felices que nosotros, y sin embargo lo extraño es que el hombre que cambiaría con gusto su posición no consentiría casi nunca en cambiar su persona. Acaso quisiera rejuvenecer un poco, pero no demasiado todavía, y andar bien si es cojo; pero se conservaría el conjunto de su persona, en la que encuentra mil atractivos y no sé qué encanto.
Tengamos fe en la religión y en la libertad, las dos únicas cosas grandes del hombre: la gloria y el poder son deslumbrantes, no grandes.
Una buena acción es una lección insolente para los que no tienen el valor de ejecutarla.
El sueño devora la existencia: es lo que tiene de bueno.
La justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella.
Es que los hombres tienen que hacer ruido al precio que sea; poco importa el peligro de una opinión, si hace célebre a su autor; y preferimos pasar por bribones antes que por necios.
En el valle del Ródano me encontré a una muchachita casi desnuda que bailaba con su cabra; pedía caridad a un joven rico y bien vestido que pasaba por la posta, con un correo con galones delante y dos lacayos detrás de la brillante carroza. ¿Os imagináis que pueda existir la distribución de la propiedad? ¿Pensáis que no justifica los levantamientos populares?
La verdadera felicidad cuesta poco; si es cara, no es de buena clase.
La vejez es, como la maternidad, una especie de sacerdocio.
Las lágrimas son las madres de la virtudes.
No creo que el arte de citar esté al alcance de todos esos espíritus pequeños que, no encontrando nada en sí mismos, todo lo tiene que tomar de otros.
Antes y después de la civilización, cuando se tiene o ya no se tiene el gusto por los goces intelectuales, se busca la representación de objetos sensibles: los pueblos empiezan y terminan con gladiadores y marionetas: los niños y los viejos son pueriles y crueles.
La ausencia de la patria produce la tristeza más dulce del corazón.
La independencia del pensamiento es la más noble aristocracia.
No hay nada en la vida tan bello, tan grato y tan grande como las cosas misteriosas.
Hay dos clases de revolucionarios; los unos desean la revolución y la libertad: son los menos; los otros quieren la revolución y el poder: son la inmensa mayoría.
Hay palabras que sólo deberían servir una vez.
La pena de muerte sólo se ha perpetuado por una especie de crimen legal.
El cielo rara vez hacen que nazcan juntos el hombre que quiere y el hombre que puede.
La alegría de los hombres es una llama de leños de tristeza. Brota la llama, pero los leños están allí, y cuando se apaga la llama, quedan los leños, o el carbón o la ceniza, que es resto de los leños y no de la llama.
¿Qué es el amor? Es la locura de la amistad.
El aburrimiento no puede existir donde quiera que haya una reunión de buenos amigos.
La historia es un puro engaño; permanece tal como la maquilló y amañó algún gran escritor. Aun si halláramos unas Memorias que demostraran hasta la evidencia que Tácito sólo escribió imposturas al contar las virtudes de Agrícola y los vicios de Tiberio, Agrícola y Tiberio seguirían siendo tal como los hizo Tácito.
Las instituciones pasan por tres períodos: el del servicio, el de los privilegios y el del abuso.
En general, se llega a los negocios por lo que se tiene de mediocre, y se permanece en ellos por lo que se tiene de superior. Esta unión de elementos antagónicos es la cosa más inusual, y por ello hay tan pocos estadistas.
La amenaza del más fuerte me hace siempre ponerme al lado del más débil.