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Ningún poder humano puede jamás violentar el sagrario impenetrable de la libertad del corazón.
François Fénelon
Cuantas más cosas digas, menos se acuerda la gente. A menos palabras, mayor provecho.
Es preciso estar siempre presto a declarar la guerra, para que no nos veamos obligados a la desgracia de tener que aceptarla.
No podemos ver a la virtud sin amarla, ni amarla sin ser felices.
El hombre se mueve. Dios le guía.
El verdadero medio de ganar mucho consiste en no querer ganar nunca demasiado.
La franqueza en las mujeres, es casi siempre una inconsecuencia.
No basta tener razón; mantenerla de una manera brusca y altanera, es deshonrarla y echarla a perder.
El hombre se agita, mas es Dios quien lo dirige.
A medida que tenemos más luz, vemos que somos peores de lo que creímos.
Ordinariamente, aquéllos que educan a los niños y no les perdonan nada se perdonan todo a sí mismos.
La guerra es un mal que deshonra al género humano.
El amor lo toma todo, y todo lo da.
Antes de lanzarse al peligro, hay que prevenirlo y temerlo; mas una vez en él, no queda otra solución que despreciarlo.
La muerte sólo será triste para los que no hayan pensado en ella.
La curiosidad de los niños es una inclinación, que va delante de la instrucción; es menester pues aprovecharse de ella.
El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo.
El poder sin límites, es un frenesí que arruina su propia autoridad.
El buen historiador no es de ninguna época ni de ninguna nación.
Las lágrimas no sólo son indicio de una naturaleza sensible y compasiva; son también indicio de debilidad y astucia.