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Aquel de cuya sentencia no puede rechazarse una sola palabra, ha hablado perfectamente.
François Fénelon
El verdadero valor consiste en prever todos los peligros y despreciarlos cuando llegan a hacerse inevitables.
Si a cambio de mi amor a la lectura viera a mis pies los tronos del mundo, rehusaría el cambio.
Un rey está perdido si no rechaza la adulación y si no prefiere a los que dicen audazmente la verdad.
Todas las guerras son guerras civiles, porque todos los hombres son iguales.
Si queréis formar juicio acerca de un hombre, observad quienes son sus amigos.
Las horas son largas y la vida es corta.
La ambición está más descontenta de lo que no tiene que satisfecha de lo que tiene.
Las guerras deben ser justas. Ni aun esto basta; han de ser necesarias para el bien público. No debe derramarse la sangre de un pueblo, sino para salvar a ese mismo pueblo, cuando no existen otros remedios.
La fuerza no puede jamás persuadir a los hombres; sólo logra hacerlos hipócritas.
Tal vez toda nuestra vida no sea más que un, sueño continuo; tal vez el instante de nuestra muerte será un repentino despertar.
El que teme desmesuradamente ser víctima de un engaño, merece ser, y casi siempre es, engañado de la manera más burda.
La molicie y la ociosidad hacen insolentes y rebeldes a los pueblos.
El hombre verdaderamente digno de que se le preste atención es aquel que hace uso de la palabra nada más que en servicio del pensamiento, y que emplea su pensamiento nada más que en servicio de la verdad y de la virtud.
El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece cuanto de nuestra imaginación, que aumenta nuestros males.
La rectitud de conducta y la reputación general de honradez recaban para sí mayor confianza y aprecio, y a la larga, por consiguiente, más ventajas, incluso materiales, que cualquier camino sinuoso.
Huye de los elogios pero trata de merecerlos.
Sabed que los que llamamos malvados no son hombres incapaces de hacer el bien; por el contrario, ellos hacen el bien o el mal indiferentemente, con tal que pueda servir a sus proyectos ambiciosos.
Así como la demasiada autoridad corrompe a los reyes, así el lujo emponzoña toda una nación.
Los que saben ocuparse en cualquiera lectura útil y agradable, jamás sienten el tedio que devora a los demás hombres en medio de las delicias.
Jamás es perdido el bien que se hace.
Apenas existe alguno a quien el esperar demasiado no haya costado muy caro.
La desgracia depende menos de los males que sufrimos que de la imaginación con que los aguantamos.
Amo a mi país más que a mi familia, pero amo a la humanidad más que a mi país.
Muchas veces nuestras faltas nos aprovechan más que nuestras buenas obras. Las grandes hazañas hacen engreírse a nuestro corazón y le inspiran una peligrosa presunción; mientras que los defectos hacen que el hombre entre dentro de sí mismo y le devuelven aquella prudencia que sus triunfos le habían hecho perder.
Los más insolentes en la prosperidad son en la adversidad los más débiles y cobardes; doblan la cerviz en faltándoles la autoridad, y se les ve tan abatidos como se les conoció soberbios; en un momento pasan de un extremo a otro.
Las almas bellas son las únicas que saben todo lo que hay de grande en la bondad.
Cuando uno estima en nada su vida, se convierte en dueño de la ajena.
Si la justicia no es fuerte, es preciso que la fuerza sea justa.
¡Oh, cuán infeliz es uno, cuando se halla muy por encima del resto de los hombres!
El amor es más de temer que todos los naufragios.
Sólo el infortunio puede convertir un corazón de roca en un corazón humano.
Felices mil veces los que gustan de leer y no están privados de libros.
La altivez es útil, todo hombre debe ser altivo.
El que ha amado con pasión, aborrece con furor.
La pasión de adquirir bienes con que sostener un gasto vano corrompe las almas más puras.
Toda gran pasión no es más que una esperanza prolongada.
El más desgraciado de todos los hombres es el que cree serlo.
Nada sabéis, si sólo sabéis mandar, reprender y corregir.
El más libre de todos los hombres es aquel que puede ser libre dentro de la esclavitud.