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El ser humano nunca se excede en su lealtad.
Francisco Garzón Céspedes
El ser humano que pierde la lealtad pierde la vida.
La soledad es un viaje sin límites a la sed.
Si no hay comunicación no hay ser humano.
La oralidad es la suma de la vida.
El poeta tendría que ser uno de los dioses de la verdad. Por momentos el dios por excelencia de la verdad.
La mirada que descubre no es necesariamente la mirada que funda, y la que funda no es la que construye, así el universo del mirar, del hacer.
La lealtad no depende de las circunstancias porque es de la permanencia de los principios.
La conciencia del futuro no puede constituirse en la negación del pasado.
Las interacciones en la oralidad están hechas de esa espuma que conforta el corazón y engrandece la razón.
La sabiduría comienza en la buena intención.
Para que de semejante a semejante le recuerde que el amor no es la soledad del laberinto, para que a tiempo le recuerde que el amor es el laberinto donde la soledad desaparece.
La lucidez es ese estado donde todo lo inauténtico se nos descubre.
El amor es el laberinto donde la soledad desaparece.
La confianza debería ser más que cualquier expectativa y anticiparse al futuro como certeza.
La oralidad es el proceso de comunicación (verbal, vocal y corporal o no verbal) entre dos o más interlocutores presentes físicamente todos en un mismo espacio. La oralidad debe ser diferenciada del simple hablar en voz alta cuando hablar deviene expresión pero no comunicación.
La poesía de lo auténtico sólo hace ahondar su nido de permanencias.
Es real lo que la imaginación reinventa.
El amor es canción para estar vivos, desprendida ternura, rompeolas.
La oralidad es la forma suprema de la comunicación.
La oralidad es el camino natural a la lectura.
La vida es la primera de las maravillas, las otras siete, y la percepción de todas, su consecuencia.
La oralidad es la comunicación por excelencia.
El amor es un trapecio de la esperanza.
La soledad es el naufragio de todos los puentes.
La inmensidad de las nubes es celebración, no fugacidad.
La palabra es no sólo la identidad del mensaje y del mensajero, es su ángel guardián.