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El deseo de seguir a Cristo lleva consigo el rechazo de todo aquello que nos hace menos humanos o infrahumanos: los egoísmos, las envidias, la sensualidad, la pequeñez de espíritu.
Francisco Fernández-Carvajal
Los motivos por los que DiosPadre envía a su Hijo al mundo se pueden resumir así: un amor infinito a los hombres, a cada uno de ellos.
Es preferible estar con Cristo sin nada, que estar sin Él y tener todos los tesoros del mundo juntos.
La madurez, humana y sobrenatural, que hemos de alcanzar no es cosa de un momento. Es tarea de cada día, de muchos pequeños vencimientos, de corresponder a la gracia en lo pequeño.
De ordinario, nadie puede guiarse a sí mismo en el camino que conduce a Dios.
¿Llevamos nosotros una "vida de fe"? ¿Influye en el comportamiento, en las decisiones que tomamos?
Seguir a Jesús no es compatible con todo. Hay que elegir, y renunciar a todo lo que sea un impedimento para estar con Él.
El que cree en Mí aunque hubiera muerto vivirá: esta promesa deben conocerla todos, y somos los cristianos quienes debemos difundirla.
También se nos manifiesta la voluntad de Dios en aquellos sucesos que Él permite, y que siempre están dirigidos a un mayor bien si permanecemos junto a nuestro PadreDios con más confianza, con más amor.
Los dos soportes de la dirección espiritual son la libertad y la responsabilidad del que busca esa ayuda.
La comunión espiritual consiste en un deseo ardiente de recibir a Jesús Sacramentado y en un abrazo amoroso como si ya lo hubiésemos recibido.
Es Cristo quien ha devuelto definitivamente al hombre la libertad, la dignidad y el sentido de su existencia en el mundo, sentido que había perdido en gran medida a causa del pecado y del paganismo que le rodea.
La dirección espiritual es eficaz cuando nos conocen como somos; con nuestros errores y, sobre todo, ¡con nuestra capacidad para hacer el bien y amar a Dios!
Hemos de pedir, como una gracia de singular importancia, encontrar un director espiritual que nos ayude y enseñe el camino de la santidad, y cómo recorrerlo.
Todas las cosas de la tierra son medios para acercarnos a Dios. Si no sirven para eso, no sirven ya.
¡Hay un Dios verdadero, y este Dios es muy bueno! Esta es la alegría que anuncia el cristianismo.
Quien actúa y habla en íntima armonía con lo que piensa y desea; quien se muestra a los demás tal como es, sin aparentar lo que no es o lo que no posee. Produce siempre una gran alegría encontrar un alma llana, sin pliegues ni recovecos, en quien se puede confiar.
La grandeza de la persona humana se deriva de la realidad espiritual del alma, de la filiación divina, de su destino eterno, recibido de Dios.
La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, para perseverar en la gracia, para mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo, ya para el alma, o por lo que se refiere a nuestras necesidadestemporales.
Nuestra oración y nuestra mortificación, si somos humildes y pacientes, pueden conseguir del Señor la gracia necesaria que transforme las condiciones interiores de las almas que queremos acercar a Dios.
Yo siempre estoy contigo, Tú me tomas de la mano, Tú me guías con tu consejo y me conduces con tu luz. Si estoy contigo, ¿a quién necesitaré en el cielo? Ya pueden consumirse mi carne y mi corazón: ¡mi roca y mi heredad eres Tú, Señor, para siempre!
Por amor a Dios y al prójimo, por amor a la justicia, el cristiano debe ser justo también en el decir, en un mundo en que tanto se maltrata con las palabras.