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Los demonios no son los que le han crucificado, eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados.
Francisco de Asís
Tenemos que amar mucho el amor del que nos ha amado mucho.
El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti su mirada y te conceda la paz.
Espíritus malignos y falsos, hagan en mi todo lo que quieran. Yo sé bien que no pueden hacer más de lo que les permita la mano del Señor. Por mi parte, estoy dispuesto a sufrir con mucho gusto todo lo que él les deje hacer en mí.
Feliz el servidor capaz de soportar con paciencia las correcciones, las acusaciones y las reprensiones que le vienen de otro como si se las hiciera él mismo.
El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote.
Conozco a Cristo pobre y crucificado, y eso me basta.
El diablo se alegra, sobre todo, cuando logra arrebatar la alegría del corazón del servidor de Dios. Llena de polvo las rendijas más pequeñas de la conciencia que puedan ensuciar el candor del espíritu y la pureza de la vida. Pero cuando la alegría espiritual llena los corazones, la serpiente derrama en vano su veneno mortal.
Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.
Soy tan solo lo que soy ante Dios.
Tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero.
Entretenerse en buscar defectos al prójimo es prueba suficiente de no ocuparse apenas de los suyos propios.
Ama de veras a su enemigo el que no se duele de la injuria que se le hace, sino que, por el amor de Dios, se requema por el pecado que hay en su alma. Y muéstrele su amor con obras.
Allí donde reinan la quietud y la meditación, no hay lugar para las preocupaciones ni para la disipación.
¡Terrible es la muerte!, pero ¡cuán apetecible es también la vida del otro mundo, a la que Dios nos llama!
Cuanto más tentado te veas, sábete que eres más amado.
La cortesía es hermana de la caridad, que apaga el odio y fomenta el amor.
El siervo de Dios que no se enoja ni se turba por cosa alguna, vive, en verdad, sin nada propio.