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El que en su obrar desluce Las glorias que le adquirieron sus mayores, de ellas es enemigo, no heredero; y de ellas es (pues le acusan) no poseedor, sino reo.
Francisco Bances Candamo
Los casos dificultosos, y con razón envidiados, empiézanlos los osados y acábanlos los dichosos.
No hay perspectiva en el mundo que en sus lejos más se engañe que la propia conveniencia.
Por no conocidas -las dichas-, no se gozan cuando se tienen, y un nuevo tormento causa conocerlas al perderse; con que los bienes humanos nunca lo son, si se advierte que llorando los pasados, e ignorando los presentes, al perderlos ya son males, y al tenerlos no son bienes.
Docta es, pero peligrosa, escuela la de los yerros, si en ellos ha de enseñarse. Porque si hay lección en ellos que puede costar la vida, ¿para qué es la ciencia? Luego, ¡feliz quien estudia a costa de los errores ajenos!
Que las ciencias no se adquieren sin un ánimo tranquilo ocioso e independiente.
En el más enamorado, pasando uno y otro día, lo que tanto ha deseado, bien podrá no darle enfado, pero ya no da alegría.
Pero ¿qué grandeza humana, si se llega a discurrir, no es un bien imaginado, un delirio, un frenesí, que no se sabe si fue cierto o soñado?; pues vi que después que el bien se pierde, no distingue el infeliz si le llego a imaginar o le llego a conseguir.
Porque ¿qué mayor discordia que una hermosura, si atiendes que sólo es bien para uno y que todos la apetecen?... ¡Oh hermosura que en apuestas lides eres dicha de quien te codicia, peligro de quien te tiene!