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Poca filosofía aparta de la religión, mucha filosofía lleva de nuevo a ella.
Francis Bacon
En la caridad no hay excesos.
He preferido estudiar los libros que a los hombres.
Tener tranquilo el ánimo y alegre el humor a las horas de comer y de dormir, es uno de los preceptos cuya práctica contribuye más a prolongar la vida.
La belleza es como la fruta estival: fácil de corromper y de corta duración.
Discreción en la oratoria es más que elocuencia.
Los descubrimientos ya logrados se deben al azar y a la experiencia vulgar más que a la ciencia.
Hay muchos medios de hacerse ricos, pero muy pocos de hacerlo con honradez; la economía es uno de los más seguros, a pesar de que tampoco es del todo inocente, porque resta una parte a la caridad.
Los Estados son grandes máquinas que se mueven lentamente.
Los franceses son más inteligentes de lo que parecen y los españoles parecen más de lo que son.
No hay placer comparable al de pisar firme sobre el ventajoso terreno de la verdad.
Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.
El silencio es el reposo del espíritu.
Nada se sabe bien sino por medio de la experiencia.
Las conductas, como las enfermedades, se contagian de unos a otros.
Mientras admiramos y exaltamos las facultades de la inteligencia humana, nos olvidamos de buscar sus verdaderos colaboradores.
Quien posee mujer e hijos ha entregado rehenes a la fortuna.
La felicidad de los grandes consiste no en sentirse felices, sino en comprender cuán felices piensan otros que han de ser ellos.
A la naturaleza no se la vence sino siguiéndola.
La limpieza del cuerpo siempre se creyó derivada de la debida reverencia a Dios.
No hay secreto comparable a la rapidez.
Los libros son el santuario donde está, o se cree que está, un santo.
Esto es muy cierto: el que manda en el mar posee una gran libertad, y puede emplearse en la guerra mucho o poco según su voluntad.
Para poder dar órdenes a la naturaleza hay que saber obedecerla.
La audacia es mala guardadora de promesas.
Los hombres jovenes son más aptos para inventar que para juzgar, para la ejecucción que para el consejo, para nuevos proyectos que para dirigir negocios ya establecidos.
El requisito del éxito es la prontitud en las decisiones.
El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz de las cosas, sino que mezcla a ellas su voluntad y sus pasiones; así es como se hace una ciencia a su gusto, pues la verdad que más fácilmente admite el hombre es la que desea.
Las palabras son la moneda que corrientemente se acepta en lugar de las ideas, como las monedas se aceptan en función de los valores.
No hay belleza sin algo extraño en sus proporciones.
Después de la Religión, el respeto a sí mismo es el freno más poderoso de todos los vicios.
Generalmente se encuentra en la naturaleza humnana más de locura que de sabiduría.
Los jueces deben evitar las interpretaciones difíciles y las influencias violentas, porque no hay tortura peor que la de las leyes; especialmente en el caso de las leyes penales, deben cuidar que lo que fue establecido para infundir miedo no se emplee para extremar el rigor.
Los filósofos establecen leyes y normas imaginarias para utópicas comunidades humanas; sus razonamientos son como las estrellas, que dan muy poca luz, porque están muy altas.
Pensamos según nuestra naturaleza, hablamos conforme a las reglas y obramos de acuerdo con la costumbre.
El dinero no es, como vulgarmente se dice, el nervio de la guerra.
Los buenos modales equivalen a una traducción de la virtud en lengua vulgar.
El que no aplique nuevos remedios debe esperar nuevos males, porque el tiempo es el máximo innovador.
Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas.
La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad.