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La mezcla de una mentira siempre añade placer.
Francis Bacon
La muerte es el menor de todos los males.
El hombre no es sino lo que sabe.
La discreción en los discursos cuenta más que la elocuencia.
Los caminos para enriquecerse son muchos, pero casi todos ellos son malos; uno de los mejores es la parsimonia, que, a pesar de todo, no es un camino absolutamente inocente, pues aparta al hombre de las obras de liberalidad y caridad.
La severidad engendra el miedo y la aspereza el odio.
El amor a la patria empieza en la familia.
La poesía le da a la humanidad lo que la historia le niega.
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
Poca ciencia aleja muchas veces de Dios, y mucha ciencia conduce siempre a él.
¡Cuán extraño deseo ambicionar el poder y perder la libertad; apetecer el poder sobre sí mismo!
Los hijos endulzan las penas, pero hacen más amargas las desgracias; aumentan los cuidados de la vida, pero atenúan el recuerdo de la muerte.
La fortuna lo hizo tonto, mientras que a ella la volvió hermosa.
Nada hace sospechar tanto a un hombre como el saber poco.
Poca filosofía inclina la mente del hombre al ateísmo; mas la profundidad en la filosofía conduce al entendimiento de los hombres a la religión.
Los hombres temen a la muerte como los niños tienen miedo de la oscuridad, y de la misma manera que este miedo natural de los niños es aumentado por las historias que se les cuentan, lo mismo ocurre con el otro.
Tampoco es posible descubrir las partes más remotas y profundas de cualquier ciencia, si permanecemos sólo en el nivel de la misma ciencia, y no ascendemos a una ciencia superior.
El genio, agudeza y espíritu de una nación describen lo sus refranes.
La experiencia de los siglos prueba que el lujo anuncia la decadencia de los imperios.
Las casas se construyen para ser habitadas, no para ser contempladas.
Es una triste condición tener pocas cosas que desear y muchas cosas que tener y sin embargo, tal suele ser el caso de los reyes.
¡Cuán mezquino fin de las acciones de un hombre: él mismo!
Sin la amistad, el mundo es un desierto.
Es muy difícil hacer compatibles la política y la moral.
El cuerpo sano es el hospedaje del alma; el enfermo, su prisión.
Dios no ha hecho milagros para confundir al ateísmo porque basta con su obra diaria.
La virtud es como los olores preciosos, tanto más fragantes cuanto más se los estruja o se los hace arder; porque la prosperidad descubre los vicios, mientras que las adversidades sirven mejor para descubrir las virtudes.
Quien se propone ser caritativo después de muerto es, mirándolo bien, generoso con los bienes de los demás, no con los propios.
Las más nobles obras y creaciones humanas nos han sido legadas por hombres sin hijos.
Las sospechas son entre los pensamientos como los murciélagos entre las aves, siempre echan a volar con el crepúsculo.
Soy de la opinión de aquel que dijo: Mejor es vivir allí donde no hay ley de ninguna clase, que donde todo está reglamentado.
La conciencia es un destello de la pureza del estado primitivo del hombre.
La antigüedad del tiempo es la juventud del mundo.
No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente.
La fama es como un río que lleva a la superficie los cuerpos ligeros e hinchados, y sumerge a los pesados y sólidos.
El tiempo es la medida de los negocios, como el dinero lo es de las mercancías.
La voz del pueblo tiene algo de divino.
Toma consejo de las dos épocas: de la antigua para saber qué es lo mejor; de la actual para conocer qué es lo más adecuado.
Hablando con propiedad, la antigüedad de los tiempos es la juventud del mundo. Esta nuestra época es el tiempo antiguo y viejo, en que el mundo es antiguo, y no aquellos siglos que nosotros llamamos antiguos con un cálculo retrospectivo, computando hacia atrás a partir de nosotros mismos.
Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia.