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Yo no puedo callar cuando el corazón me da gritos...
Fiódor Dostoyevski
Me acosan unos pensamientos tan extraños y unas sensaciones tan lúgubres, se agolpan en mi cabeza unas preguntas tan confusas, que no me siento ni con fuerzas ni con deseos de contestarlas. No seré yo quien ha de resolver todo esto.
El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos.
El castillo de sus ilusiones se ha venido sin estrépito, sin dejar rastro, se ha esfumado como un sueño; y él ni siquiera se percata de que ha estado soñando.
Claro que las hormigas son distintas. Tienen una obra de ingeniería maravillosa y perdurable en la cual trabajar: el hormiguero.
Con su propio rincón, junto a un ser querido que le escucha como usted me escucha ahora, ángel mío, con la boca y los ojos abiertos en una noche de invierno.
El hombre debe ganar su felicidad mediante el sufrimiento: es la ley de la tierra.
Creo en la vida eterna en este mundo, hay momentos en que el tiempo se detiene de repente para dar lugar a la eternidad.
No hay preocupación más constante y dolorosa para el hombre que la de, sin dejar de ser libre, encontrar cuanto antes aquello a que lo debe adorar.
Aunque pueda parecer que escribo para el ojo de un lector, lo aparento, hallo simplemente que esta manera de escribir es más fácil. No es sino pura forma, pura forma vacía, para la que nunca tendré un lector.
A quien al cabo le resultó imposible vivir en este mundo...
El presidiario sabe perfectamente que es un prisionero, que es un réprobo, y conoce la distancia que le separa de sus superiores; pero ni estigmas ni cadenas le harán olvidar que es un hombre.
La miré fugazmente. Todos los días sueño que por fin voy a encontrar a alguien. ¡Si supiera usted cuantas veces he estado enamorado de esa manera!
El hombre inventa a Dios con la finalidad de vivir sin matarse. En esto consiste la historia del mundo desde sus orígenes hasta nuestros días.
La vida es un paraíso, pero los hombres no lo saben ni se preocupan de saberlo.
El hombre teme la muerte porque ama la vida.
El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías.
Demasiados, demasiados enigmas pesan sobre el hombre en este mundo.
También los sueños se sobreviven.
¿Como puede la del hombre conquistar la libertad absoluta sino arrojándose a través de un muro?
Las quejas representan el placer del que sufre, pues si no gozara no gemiría.
El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir la verdad dentro de él y por tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás.
¿Quién sabe si quizá todo el amor mío no fue más que un engaño de los sentidos, de la fantasía?
Hermanos, no temáis al pecado de los hombres; amad al hombre aún en su pecado, pues un tal amor aseméjase a Dios.
Cuando reconozco a un hermano en mi prójimo, sólo entonces soy hombre.
¿Cuándo... cuándo en el curso de estos miles de años un hombre ha actuado en consecuencia de sus propios intereses?
No, soy yo, el que le da las gracias a usted... Por haberla encontrado...
En definitiva ¿cuál es el tema del que mas le gusta hablar a una persona honrada? De sí mismo, por supuesto.
Lo que más teme la gente es dar un paso nuevo, pronunciar una nueva palabra...
Es la incertidumbre lo que le encanta a uno, todo se hace maravilloso en la bruma.
¡Ojalá el corazón se mantenga joven durante mucho tiempo!
Amigos míos, Dios me es necesario, porque es el único ser que puede amar eternamente.
No emprendas nada en serio en un arrebato.
En esa época yo tenia veinticuatro años, pero ya entonces tenía una existencia sombría, desorganizada, solitaria como la de un salvaje.
En toda mi vida he visto a un hombre más tímido; es tímido hasta la estupidez, y él lo sabe, naturalmente, porque de estúpido no tiene nada.
Es difícil juzgar la belleza: la belleza es un enigma.
Es la muerte del salvador, lo que salva.
¿Qué es el infierno? Yo sostengo que es el sufrimiento de ser incapaz de amar.
Inopinadamente la casualidad vino en mi ayuda.
No busques premio, porque tú tienes una gran recompensa en esta tierra: tu alegría espiritual, que sólo el justo puede gozar.