Imágenes
Las buenas acciones refrescan la sangre y dan sueños felices.
Filippo Pananti
Saber gobernar es saber escoger.
Guárdate de la máscara de quien te muestra su rostro demasiado descubierto.
Vale más haber tropezado con la ingratitud que haber faltado al deber de hacer bien a otros y verse privado del placer que esto reporta. Vale más verse engañado por amigos pérfidos que mantenerse en una amistad llena de sospechas y desconfianzas.
Lo que en las circunstancias graves más suele faltar a los hombres no es ni el talento ni el sentido común, sino el carácter y la voluntad; más daño suele venir de la debilidad y de la nimia desconfianza de sí mismo, que de la arrogancia y de la impetuosidad desenfrenada.
Escribía a su amigo cierta persona ingeniosa: Te acusan de haber robado veinte mil cequíes; si eres inocente, estás perdido; pero si de veras has robado tan importante cantidad, no tengas temor alguno.
¿A quién confiar un secreto? A un mentiroso o a un mudo. Éste no habla y aquél no es cretino.
Los grandes del mundo son como esos molinos que hay en lo alto de las colinas: no dan harina si no les empuja el viento.
La vida es un libro del que, quien no ha visto más que su patria, no ha leído más que una página.
El día se ha hecho para la jubilosa doctrina pagana; la noche, empero, con su cielo estrellado, fue hecha para las almas que profesan un culto más puro. La inmortalidad del alma se manifestó en la oscuridad de la noche; la luz del sol deslumbra los ojos que creen ver.
Las mujeres son la sonrisa de la naturaleza: el sostén del hombre en los dos extremos de su vida, y en su centro, el placer.
Hay unos celos villanos que consisten en desconfiar de la persona amada, y otros celos hay más nobles que sólo desconfían de si mismo.
Aquello que más frecuentemente falta al hombre en las circunstancias críticas, no es el talento y el discernimiento, sino el carácter y la voluntad; y muchas más veces también ocasionan más perjuicios la debilidad y la excesiva desconfianza en sí mismo, que la presunción y la exagerada Inquietud.
Se secan las lágrimas mezclándolas.
Perdonamos fácilmente a quienes no podemos castigar.
¡Qué triste sino el de tener que seguir los pasos de un héroe, ser juguete de su ambición, y verse sacrificado a su vanidad! ¡Qué fatal presente al mundo el de un héroe! ¡Que la idea de convertirse en héroes!
Puede uno estar dispuesto a todo; pero no a la ingratitud de un amigo.