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Aunque no me corresponde probar la inexistencia de Dios sí puedo hacerlo. No puede existir un Ser tan dañino que pudiendo en su omnipotencia hacer el bien haga la chambonada de este mundo con todos sus horrores.
Fernando Vallejo
Dios no hizo nada: nosotros lo hicimos a Él, lo inventamos por cobardes, por temor al rayo. Está en la esencia de la materia existir, y en prueba el que nada en última instancia se destruye. Unos átomos se transforman en otros átomos sumándose o quitándose los electrones.
Y cuando queremos insultar más a un hijueputa, lo ponemos en diminutivo. Por eso hoy voy a mandar a mis loros verdes a que le digan a Tirofijo:
Sólo me interesa Vallejo. Me parece un escritor extraordinario. Uno que dice lo que quiere, que es de lo que se trata. Repetitivo, claro: siempre quiere decir lo mismo.
No nos hagamos ilusiones con el cielo que el cielo no da asidero a la esperanza. El cielo es un señuelo para los tontos, y una justificación descarada para el crimen de traer hijos a este mundo. Nadie va para el cielo. Todos vamos hacia la muerte y sus gusanos.
La fugacidad de la vida humana a mi no me inquieta; me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí para olvidar. El muerto más importante lo borra el siguiente partido de fútbol.
En cuanto al crimen, yo no conozco mayor criminal que el gobierno, una camarilla de saqueadores de los demás con un capo cuatrienal o sexenal que habla y habla y habla y habla. Aquí, en China y en la Conchinchina.
Hace rato que le han debido dar a Vallejo el premio Nobel, pues es el mejor escritor del país. Es superior a García Márquez.
No concibo otra forma de escribir que en primera persona. Es la única real y sincera, porque ¡cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes! ¡No sabe uno lo que está pensando uno mismo con esta turbulencia del cerebro va a saber lo que piensa el prójimo!
¿Cuál es el hijueputa más grande de Colombia? A ver. Adivinen.
Ha sido un proceso muy largo para que se me cayera la venda de los ojos y entendiera el dolor de los animales. Y que aprendiera que los animales son mis prójimos.
He llegado a la conclusión de que el cine es como la novela, un género artificioso, mentiroso, condenado a envejecer con la vejez más triste y a desaparecer.
Esa vocecita, esa figurita, esa pedigüeñería, esa bellaquería, esas chambonadas, esas metidas de pata... ¡Y ese tonito marica de cura que nos encomienda a Dios!
¡Qué religiones van a ser! ¡Qué civilizaciones! Civilizaciones la griega, y religiones el hinduismo, el budismo, el jainismo, que respetan a todos los seres vivos y no tratan de imponer verdades.
El hombre de la cuna a la sepultura es una bestia de lujuria.
A la humanidad le espera un infierno. Un infierno de planeta, desértico y sin agua, y atestado de gente. Esa paradoja es desesperante. Ahí se entenderá en toda su magnitud la frase de Sartre sobre que el infierno son los demás.
No, los ecologistas son especialmente infames y mentirosos: quieren preservar las especies de esta tierra para el hombre, para que el hombre las disfrute y se las coma. Yo no. Yo pienso muy distinto de ellos: especie que se extingue, especie que deja de sufrir. Que se mueran los perros, que se mueran las vacas, que se mueran las ratas, mis hermanas las ratas, eso es lo que quiero yo.
Los juicios políticos de Vallejo son hipérboles de un alma desencantada.
La unidad de Gaviria: ése mide 280 Uribes, que es la máxima posible indignidad y bellaquería a que puede llegar una persona en Colombia.
La poesia: La poesía hay que hacerla en prosa. El verso no tiene razón de ser desde que se inventó la escritura, o sea un poquito después de Homero.
Majestad, le decía al cobardón español en Cartagena con la aquiescencia de García Márquez, primer lambeculos de tiranos y granujas con poder que hoy tiene América. (Revista Soho: Por el desafuero), Soy colombiano y todo se torna muy confuso, debido al interés personal de muchos compatriotas guerreristas y desconocedores del sufrimiento del pueblo indigente, los de abajo.
En Cartagena te vi muy realista diciéndole Majestad a Juan Carlos de Borbón Seguile diciendo en adelante Majestad a la impunidad porque ella es la reina de Colombia.
¡Carajo! Yo con semejante despliegue monto mi campaña para la presidencia.
¡Ni lo sueñen! Yo con gusto empalo por el culo al Papa, ¿pero tocar a un animalito de Dios?
Escribo por llenar el tiempo y porque no tengo otra cosa que hacer. Me aburro mucho.
Para mí el mejor novelista vivo de la lengua española que existe hoy es Fernando Vallejo -con quien me disputo el puesto del que ha escrito el peor guión-, quien durante mucho tiempo tocó el piano en un restaurante de la Condesa y nunca ha entrado en esa República de las Letras. Nos dan casa, tenemos editorial, publicamos, pero siempre nos sentimos fuera del castillo, del feudo.
El término amor para un territorio lleno de todo tipo de gente es demasiado. Colombia es un país con gente muy buena y gente muy mala. Y hay una población ciega, necia y patriotera que piensa que la patria es una bandera, un himno y un equipo de fútbol; que se reproduce como animales, pero no respeta a los animales.
La mayoría de los animales son leales. No conocen la traición ni la mentira. El ser humano es una especie mentirosa: miente con palabras, con sermones, con discursos, con las matemáticas, con editoriales de periódicos; se hace el santo siendo un aprovechado.
El hombre es una máquina biológica programada para eyacular y todo lo demás es hipocresía, palabrería, cuentos.
Soy un defensor de la vida. Pero no la que está por venir, sino la que está ahora en la Tierra.
Seguiré hasta que me muera, matando personas en mi cabeza.
El tiempo barre con todo y las costumbres. Así, de cambio en cambio, paso a paso, van perdiendo las sociedades la cohesión, la identidad, quedan hechas unas colchas deshilachadas de retazos.
Yo no siento que estoy loco, lo que siento es un gran caos en la cabeza.