Imágenes
No podemos saber lo que aún no ha pasado. Y las cosas sólo suceden cuando finalmente, ocurren. Aunque esto sea una obviedad tenemos grandes dificultades para entenderlo y, desde luego, una generalizada tendencia a no asumirlo.
Fernando Travesí Sanz
Todo el mundo dice saber que del amor al odio hay solo un paso, aunque resulta imposible creerlo hasta que ya se ha dado. Es difícil entender cómo se puede llegar a odiar a alguien a quien se amó, quizá demasiado, hace algún tiempo.
Recordando, transformamos la realidad a nuestro antojo. Añadiendo detalles y posibilidades que nunca ocurrieron, palabra que no dijimos, lo que hubiéramos hecho pero nunca hicimos. Nunca el recuerdo es fiel a lo que realmente pasó.
Quizá nadie piense de sí mismo que está loco. Siempre podrá pensar que su locura era la salida más cuerda a la realidad que le angustiaba.
Acomodados en el sopor de la rutina, el tiempo avanza silencioso. Y se nos pasa la vida sin ni siquiera saber que no la hemos vivido.
Es posible que el secreto de la vida esté en gestionar las esperas. Quizá, en realidad, no haya más que hacer. Vivimos expectantes a la cosas nuevas, mirando hacia el futuro sin saber qué esperar pero esperando algo. La vida es una maldita espera.
Es increíble el nivel de intimidad que, a veces, se puede alcanzar con los extraños. Como si el anonimato nos llevara a sitios a los que el nombre propio no nos deja. Como si la ausencia de relación pudiera, a veces, ser más fuerte y más franca que cualquier vínculo establecido con el paso de los años.
Para encontrar las grandes verdades ocultas de la vida hay que mirar entre los miles de pliegues superpuestos que dan forma y consistencia a las pequeñas cosas.
Donde la razón termina existe un mundo en el que se camina sin un rumbo claro, un lugar en el que las emociones cambian de dirección con cada ráfaga de viento, donde se escuchan y dan crédito a los cantos de sirena, en el que las brújulas no funcionan y para el que no hay carta de navegación.
El único privilegio real que hay en la vida, es el de podervivir la vida que uno quiere. Y, desgraciadamente, es muy exclusivo.
La vida, al transcurrir, va trenzando con hechos sueltos, casualidades y decisiones un complejo tapiz que dibuja y da forma al destino que nos aguarda y del que no podemos escapar.
Muchas cosas pasan en ese mundo silencioso al que no damos importancia y al que a menudo llamamos con menosprecio: rutina.