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Estamos tan habituados a vivir como una anomalía, en una burbuja de bienestar y seguridad impermeable a las lágrimas ajenas, que no nos es posible atisbar la verdadera realidad del ser humano y de nuestra civilización.
Fernando Gamboa González
- Democradura... -repitió, con media sonrisa- Me gusta el término. - No sabía de ninguna palabra que definiera una dictadura disfrazada de democracia.
¿Me estás diciendo que la política oficial de Guinea consiste en deificar al presidente? - Lo sé, parece una broma de mal gusto, pero es un mensaje que no se deja de repetir en los medios de comunicación gubernamentales. Y hay gente que empieza a creérselo...
Un gobierno que usa la fuerza para mantener su dominio, enseña al oprimido a usar la fuerza para oponerse a él.
Si un árbol se desploma en el bosque y no hay nadie para oírlo. ¿Hace ruido al caer?
La distancia no se mide en millas o kilómetros, como creemos. Se mide en lágrimas.
¿Acaso hay malaria en los países ricos? - Ya sabes que no. - Entonces, ¿por qué crees que se gasta mil veces más dinero en investigación contra la obesidad, las arrugas o el acné que para encontrar una vacuna o un tratamiento efectivo contra la malaria?
En este país no hay jueces a los que reclamar ni periódicos en los que denunciar.
Más valen cien porsiacaso, que un yopenseque.
Para nosotros los africanos, la etnia o el clan es un medio de reafirmación cultural frente a las fronteras impuestas arbitrariamente por los colonizadores europeos. Lo malo es que siempre hay quien se aprovecha de ello y lo convierte en excusa para generar conflictos que sólo llevan a llenar los cementerios.
Más allá de adentrarnos en un Edén que debería estarnos vedado, lo estábamos profanando, saqueando, destruyendo total e irrecuperablemente.
No sabía de ninguna palabra que definiera una dictadura disfrazada de democracia, así que decidí inventármela.
Los leones y los cocodrilos no comen blancos, la flecha envenenada siempre cae del lado del negro, y las posibilidades de despeñarse en un abismo sin fondo se multiplican si eres un nativo analfabeto. Esa es la verdadera ley de la selva - sentenció dejando escapar una risa amarga.
La necesidad disuelve como azucarillos los más arraigados principios morales.
A los pocos días de aterrizar en Guinea ya me había percatado que los atardeceres en esta franja del mundo son mínimos, breves como en ningún otro lugar; quizá porque no hay tiempo para el romanticismo y el sol decide desplomarse sobre el horizonte cada día a las siete de la tarde, puntual como no hay otra cosa en África.
La dignidad es inversamente proporcional al tamaño del animal que te persigue.
Las noticias duran segundos en la mente de la opinión pública, hasta que son sustituidas por la última relación sexual de un famosillo de segunda o el partido de fútbol del domingo.
Alguien dijo una vez, que lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada. Y yo no sé si soy un hombre bueno, pero de lo que estoy seguro es que no quiero ser de los que no hacen nada.
Lástima que en el mundo real el lobo se come a Caperucita.