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No temáis a los malvados. Tarde o temprano acaban por desenmascararse.
Ferdinando Galiani
El valor es el resultado de un grandísimo miedo.
Lo importante no es curarse, si no vivir con sus males.
Los hombres son naturalmente propensos a creer virtuosos a sus semejantes; esto es precisamente lo que da tanta ventaja a los impostores y a los estafadores.
La peor moneda con la que se puede pagar a los amigos son los consejos; la única moneda buena con ellos es la ayuda que se les dé.
La buena filosofía comienza con la duda, pero no termina nunca con la obstinación.
El derecho consiste en el perfecto cumplimiento de los deberes del hombre hacia sí mismo y hacia los demás. Y se cumplen perfectamente cuando, en cada caso, se combinan el mayor provecho propio con el menor daño de los otros, o el mayor bien de los demás con el menor perjuicio propio.
Al hacer una profunda reverencia a alguien, siempre se vuelve la espalda a algún otro.
El incrédulo es como el equilibrista que ejecuta ejercicios increíbles en la cuerda, y salta y baila suspendido en el vacío; los espectadores se quedan estupefactos y sobrecogidos, pero no hay uno solo que sienta ganas de imitarlo.
Toda la educación se reduce a estas dos enseñanzas: aprender a soportar la injusticia y aprender a aguantar el aburrimiento.
La naturaleza nos crea perfectos, pero dos perfecciones a unir es algo más difícil que suceda.
Resulta una gran verdad que el destino es una ley cuyo significado se nos escapa, porque nos faltan una inmensidad de datos.
La impaciencia de la edad es algo que la juventud no entiende.
La verdadera paz sólo se encuentra en la verdad.
Nada tan fácil como ver, al final de una discusión, a los dos adversariosesforzarse cada uno por disparatar más que el otro.
La serenidad de la población, la verdadera felicidad, que es algo muy diferente de la alegría, sólo se plantea cuando él tiene paz en el presente y seguridad en el futuro.
El rico se expone siempre menos a los peligros que el pobre, y cuanto más suave es su vida tanto más apego le tiene; jamás de un pueblo de mercaderes salen buenos soldados.
Existe, en verdad, un magnetismo, o más bien una electricidad del amor, que se comunica por el solo contacto de las yemas de los dedos.
Las desgracias son la salsa de este plato atroz que es la vida.
Cuando hacemos alguna reverencia profunda a alguien, damos siempre la espalda a otro.
La actividad de un pueblo está en proporción con los impuestos que paga. Mas puesto que la felicidad humana consiste en un justo medio entre el ocio y la actividad, he ahí por qué los impuestos no deben ser excesivos.
El fatalismo es el sistema de la poltronería.