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En mudas circunstancias el buen amigo se manifiesta.
Eurípides
Sostengo, pues, que los mortales que no conocen el himeneo ni las dulzuras de la paternidad, son más felices que los que tienen hijos.
¿Qué mayor dolor puede haber para los mortales que ver muertos a sus hijos?
Cuando hay un exceso de amor, el hombre pierde su honor y su valía.
Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece.
Nadie es feliz durante toda su vida.
El mejor profeta es aquel que mejor calcula.
Al sostener que existen los dioses, ¿no será que nos engañamos con mentiras y sueños irreales, siendo que sólo el azar y el cambio mismo controlan el mundo?
La juventud es la mejor época para ser rico y la mejor época para ser pobre.
Sólo hay una vida por cada uno de nosotros: la nuestra.
No llames jamás feliz a un mortal hasta que no hayas visto cómo, en su último día, desciende a la tumba.
La pobreza tiene este defecto: incita al hombre a cometer malas acciones.
El mejor adorno de una mujer lo constituye el silencio y la modestia.
Ahora que he llegado a la vejez, ¡cómo la detesto!
A quienes Dios quiere destruir, primero los enloquece.
No hay ningún hombre absolutamente libre. Es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad.
El amor es el maestro más fecundo en recursos.
Dícese que los regalos persuaden aun a los dioses.
El hombre no vive de pan, sino de verdad.
Mucha falta hace a la familia el hombre que se muere; pero la mujer vale poco.
Todo cambia en este mundo, e inconstante es la vida humana, y sujeta a muchos errores.
Breve es la vida, y debemos pasarla lo más agradablemente que se pueda, y no con penas.
El oportunista que no sirve para nada siempre hechiza a la chusma.
Los que no tienen hijos se libran de muchos sufrimientos.
La vida es lucha.
Al hombre comedido le basta con lo suficiente.
¿Quién sabe si morir no será vivir y lo que los mortales llaman vida será la muerte?
Es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad.
Cuando los dioses quieren destruir a un hombre, primero lo enloquecen.
Es dañino para los hombres superiores el que un villano alcance prestigio por ser capaz de contener al pueblo con su lengua, alguien que antes no era nadie.
La vida no es verdadera vida, sino sólo dolor.
La riqueza es la cosa que más honran los hombres y la fuente del más grande poder.
Más celos da a la maldad la virtud que el vicio.
El rey debe tener presente tres cosas: que gobierna hombres, que debe gobernarlos según la ley y que no gobernará siempre.
Los muertos no tienen lágrimas y olvidan toda pesadumbre.
La opulencia tiene su miseria: es cobarde y se apega a la vida.
¿Quién sabe si lo que llamamos muerte no es sino vida; y la muerte, en cambio lo que juzgamos que es vida?
La fortuna, en verdad, ayuda a aquellos que tienen buen juicio.
No es lo que el orador dice, sino quién es, lo que da peso a la elocuencia.
A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos.