Imágenes
Felicidad lograda, caminamos por ti sobre un filo de espada.
Eugenio Montale
¡Oh! si en las horas que se hunden lentas, murientes con el sol, también a ti los vientos te pulsaran, olvidado instrumento, ¡Corazón!
Agradable noticia, sentirse al mismo tiempo maestro e inspirador.
Frecuentemente hallé el dolor: vivir era el riachuelo estertoroso, agónico; la llama retorciéndose en la pira; el cabello en la ruta, inútil, roto.
Del brazo tuyo he bajado por lo menos un millón de escaleras y ahora que no estás, cada escalón es un vacío.
Cuando el tiempo se atasca en sus rompeolas, tu acaso al suyo inmenso reconcilias, y afloras más precisa, memoria, de la oscura región donde bajabas, como ahora al escampar se espesa el verde en los ramajes, el bermejo en los muros.
Tú no recuerdas la casa de los aduaneros sobre el barranco profundo de la escollera: desolada te espera desde la noche en que entró allí el enjambre de tus pensamientos y se detuvo inquieto.
Si tiene el mundo la forma del lenguaje y el lenguaje la forma de la mente, la mente son sus plenos y vacíos no es nada o casi y no puede salvarnos.
Ninguna presencia podrá turbar esta alegría que me traes otra vez, encanto regenerador que detiene el tiempo.
Bien lo sé: arder, este y no otro, es mi significado.
Hoy sólo podemos decirte aquello que no somos, aquello que no queremos.
En la tarde, sinfónicos los vientos tocando están, con un fragor de olas, su instrumental de árboles espesos.
Si llegas a las almas invadidas de tristeza, iluminándolas, tu mañana es dulce y turbadora como nidos en las molduras.
Hasta una pluma que vuela puede dibujar tu figura, o el rayo que juega al escondite entre los muebles, o el guiño del espejo de un niño, desde los tejados.
Unos instantes han quemado todo de nosotros: salvo dos rostros, dos máscaras donde se graba una sonrisa desganada. las palabras entre nosotros caen suaves.
Hoy como entonces ante ti permanezco inmóvil, mar, mas no me creo digno ya de la solemne admonición de tu aliento.
Ser enorme y diverso y fijo al mismo tiempo, para librarme así de toda suciedad, como tú cuando arrojas a tus playas entre estrellas de mar, corchos y algas las inútiles sobras de tu abismo.