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Si mi opinión es un delito, no voy a dejar de cometerlo.
Erri De Luca
Mi vocabulario de escritor enfermaría de reticencia, de censura. Perdería la agradable compañía que la escritura me otorga desde la remota época de mi primer cuentecito. Para mí, como escritor y como ciudadano, la palabra contraria es un deber antes que un derecho.
Si soy condenado, no recurriré a otros tribunales de grado superior en busca de sentencias más favorables. Sufrircondena por mis opiniones es ofensa suficiente como para no volver a ella con otro proceso, otra repetición de mis argumentos.
Las vidas de los míos, de los dos, están en la prisión de los ausentes y no pasa día sin que espere fuera.
Aquel niño de diez años queda hoy fuera de mi alcance. Puedo escribir sobre él, no conocerlo.
El idioma es la última propiedad de quien se marcha para siempre y ella nunca regresó a su tierra.
El descubrimiento de la inferioridad sirve para decidir sobre uno mismo.
Es justo que el juez llamado a pronunciar la sentencia esté informado de las intenciones del acusado: si soy declarado culpable de mis palabras, reincidiré en el mismo delito cual criminal endurecido e impenitente.
Ninguna habilidad en nada ha podido corregir la noción de escasez que tengo de mí mismo.