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¿Qué es la muerte sino un espantajo?
Epicteto
La fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte, sino el miedo a la muerte.
Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete; de lo contrario, échate a reír.
Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.
Cuando estés de noche en tu habitación, aun cuando tengas las puertas y las ventanas cerradas y apagada la luz, no digas que estás solo: nunca se está solo.
Debemos rehuir la amistad de los malos y la enemistad de los buenos.
Los cuervos arrancan los ojos a los muertos cuando ya no les hacen falta; pero los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos.
Cuando sea llegada mi hora, moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le confió.
Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti.
La desgracia de los hombres proviene siempre de que colocan mal su precaución y su confianza.
No pidas que las cosas lleguen como tú las deseas, sino deséalas tal como lleguen, y prosperarás siempre.
El alma es como una ciudad sitiada: detrás de sus muros resistentes vigilan los defensores. Si los cimientos son fuertes, la fortaleza no tendrá que capitular.
Recuerda que debes conducirte en la vida como en un banquete. ¿Un plato ha llegado hasta ti? Extiende tu mano sin ambición, tómalo con modestia. ¿Se aleja? No lo retengas.
Lo que inquieta al hombre no son las cosas, sino las opiniones acerca de las cosas.
Porque el dolor y la muerte no son terribles, sino el miedo al dolor o a la muerte.
Nadie es libre si no es dueño de sí mismo.
No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
Acusar a los demás de nuestras propias desgracias es consecuencia de nuestra ignorancia; acusarse a sí mismo es comenzar a entenderse, no acusar ni a otros ni a sí, esa es la verdadera sabiduría.
Vivifica el Sol todos los seres con sus rayos benéficos; imita, pues, tú, su ejemplo, haciendo, aunque no se te diga, todo el bien posible.
Recuerda que no eres aquí sino el actor de un drama, el cual será breve o largo según la voluntad del poeta.
Busquemos nosotros mismos. Si no, no podremos encontrarlo.
Ninguna persona es libre, si no es su propio amo.
Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios.
Conserva bien lo tuyo y no codicies lo ajeno. Si tal haces, nada podrá impedirte el ser dichoso.
No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos sobre estas cosas.
Trázate tal norma de vida que puedas seguirla lo mismo cuando estás solo que en compañía.
El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos.
La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues consiste en ser libre.
Si deseas ser un escritor, escribe.
Así como existe un arte de bien hablar, existe también el arte de bien escuchar.
Tú puedes ser invencible, si no te enganchas en combate alguno cuya victoria no dependa de ti.
Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.
Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
¿Quieres dejar de pertenecer al número de los esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de ti todo temor y todo despecho.
Oh, Dios, hágase de mí tu voluntad. Mi parecer se identifica con el tuyo. Te pertenezco. No pido dispensa de nada que a tus ojos aparezca bueno. Llévame adonde quieras, vísteme con el traje que quieras...
La felicidad consiste en ser libre, es decir, en no desear nada.
El tiempo libra a los necios de la aflicción, y del buen juicio a los sanos.
Los placeres raros son los que más nos deleitan.
Si te dicen que alguien habló mal de ti, no te defiendas, sino di: parece que no conoce mis otros defectos porque, si no, no habría mencionado solamente ésos.
Sólo existe una forma de felicidad, que es dejar de preocuparnos por aquellas cosas que estén más allá del poder de nuestro deseo.