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Un piloto debe ser un magnífico deportista, un hombre sin fama, y sobre todo que sea impotente, pues de esta forma se evitará que llegue tarde a cualquier prueba.
Enzo Ferrari
El automóvil más bello es el que todavía nos queda por hacer.
Hoy me he sentido como si hubiese matado a mi madre.
Mire usted; cuando un coche sale de mi fábrica rumbo al circuito, me parece lleno de defectos y realmente feo. Por el contrario, si regresa triunfador, le admiro como si se tratara de una obra de perfección.
Las carreras las ganan mis máquinas y las pierden los pilotos.
El padre que compite contra su hijo, pierde un minuto por vuelta.
Cualquiera que fuese mi relación con un piloto, cuando le despedía antes de una competición le abrazaba y le besaba como si fuera la última vez. Sabía que marchaba a una carrera, pero nadie me aseguraba que iba a volver.
La voluntad obstinada de perseguir una ambición propia es verdaderamente una fuerza que puede hacer superar obstáculos.
Yo no sé cómo es el alma, pero si es que existe, los motores deben tener una, porque se quejan, se desesperan, se rebelan y se comportan como niños a los que se forma, día a día, educándolos.
Yo me he casado con el automóvil.
Cuando usted compra un Ferrari, está pagando por el motor. El resto se lo doy gratis.
Nunca agaches la cabeza, mira siempre bien alto ganes o pierdas.
El hombre experimenta cierta necesidad en arriesgar su piel, sin otra razón que hacerlo mejor que otro. Es uno de los raros puntos en los que nos diferenciamos de otras especies.
Eso que llamamos destino, esta en una gran parte en manos de los hombres, cuando estos tienen ideas claras y propósitos firmes.
Me ha decepcionado la impotencia de no poder defender la vida de mi hijo que me fue arrebatado, día tras día, durante 24 años.
En las ideas es en donde reside nuestra fuerza y tanto mejor si las sostenemos con obstinación.
Me gusta reunirme con vosotros y también leer vuestros artículos. Ahí descubro que se me atribuyen frases geniales que jamás he dicho ni pensado.
La victoria más bella es siempre la próxima.
Me siento sólo y culpable de haber sobrevivido.
No voy nunca al teatro ni al cine. Mis mejores vacaciones las paso en mis talleres cuando todo el mundo se ha ido.
He elegido a los automóviles como símbolo de extrema libertad para el hombre.
Y solamente en la competición, yo veo la vida.
Un piloto es como una bombilla. Cuando se funde, se cambia.
Vencer es bello, pero combatir es mucho mejor.
Marlboro es una marca de tabaco, pero, yo no fumo y mis coches tampoco.
Cuando me dicen que mis coches consumen demasiado o que son demasiados peligrosos por su potencia, me dan ganas de reír. La vida misma es un cotidiano consumo de energía y riesgo.
Siempre he dicho que la única publicidad que admito es la que contribuye a la evolución técnica de los coches de carrera. Las marcas que aparecen sobre la carrocería de los Ferrari, la Good Year, la Agip, la Olivetti, la Longines, ofrecen una esponsorización técnica y pueden, es más, tienen el derecho de aparecer.
Ningún hombre será el mejor si no tiene fuego en la sangre.
Lauda es peor que Judas. Se vendió a la competencia por unas pocas monedas.
Los pilotos de hoy en día son atletas que venden sus capacidades por dinero. Lo pilotos de antaño no arriesgaban sus vidas por nada, pero el deporte vino antes que el dinero.
La gente cree que soy gracioso, pero no lo soy. Soy honesto.
Detrás del éxito hay algo terrible. Los italianos lo perdonan todo: los ladrones, los asesinos, menos el éxito.
Las críticas son siempre productivas. Las opiniones negativas sobre mi sinceridad me ofenden.
Nunca me he tenido por ingeniero o inventor, solamente me considero un promotor y agitador de ideas.
El Ferrari es un sueño, sueño para los pocos afortunados que lo tienen y para la mayoría de las personas que no.
La aerodinámica es para hombres que no pueden construir motores.
Mucha gente importante me invita a ir a esta o aquella otra ciudad. Yo les respondo que no voy porque sólo me verían a mí, a un hombre como cualquier otro. Yo les invito a venir a Maranello porque aquí ellos pueden ver cómo hacemos nuestros coches y ellos también pueden hablar con mis colaboradores.
Recuerdo la vuelta en Mónaco que le valió una placa, la vuelta más perfecta que un piloto haya hecho.
Es error decir que soy un triunfador. En la vida he perdido todo; Laura, mi hijo Dino, la primera fábrica, la juventud, la buena vista, la pasión por las mujeres, muchas carreras y muchos coches.
El Mundo es una cárcel y todos somos reclusos. Los barrotes se llaman egoísmo.