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Escribir es desposeerse en fin.
Enrique Vila-Matas
Sólo sé que me fascina escribir sobre el misterio de que exista el misterio de la existencia del mundo, porque adoro la aventura que hay en todo texto que se pone en marcha.
Me resultó imposible no pensar que aquello era demasiado casual y tal vez el signo de algo que debía tener muy en cuenta y no sabiendo muy bien qué hacer, hice literatura.
La literatura como el nacimiento a la vida, contenía en sí misma, su propia esencia, que no es otra cosa que la desaparición.
Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy feliz.
No sé si todo el mundo sabe que cuando uno se queda solo durante mucho tiempo, donde para los demás no hay nada se descubren cada vez máss cosas por todas partes.
Dejadla tranquila, ella se marchará como vino.
Después de todo, ironizar es ausentarse.
Las mujeres sólo quieren una cosa, que los hombres quieran acostarse con ellas. Pero si te acuestas con una mujer, ella te puede dejar jodido. Y si no quieres, ella te jode igual por no haber querido.
Porque también es bien sabido que tanto Dios como el diablo han mostrado últimamente con creces, no tener nada de perfectos y sí mucho de torpes, se les ve a menudo llegar tarde al teatro de sus operaciones.
La vida, a la hora de destrozarnos, tiene la terca paciencia de la marea.
Con la pena extrema uno también puede sentirse bien. Lo peor son los estados intermedios, los entreactos, el aburrimiento, los domingos que se eternizan.
Y dicen que pienso en lo escasamente saludable que a la larga fue publicar libros y haberlo hecho en gran parte para tener cierta fama y luego poder administrarla como un buen burgués y acabar diciendo banalidades en periódicos y revistas, incapaz de ser el dueño de la más pequeña partícula de terreno de índole privado, personal. Escribir para esto.
Es muy fácil decir que los otros son el infierno, pero cuando el infierno viaja contigo mismo, lo más prudente es retirarte del mundo y dedicarte a escribir un dietario.
Quién sabe si terminar un libro de cuentos no sea como vaciar de golpe un cubo en el Café Kubista. Ver vaciarse todo y conocer su contenido, saber perfectamente de qué se ha llenado todo.
A finales del siglo XX el joven Montano, que acababa de publicar su peligrosa novela sobre el enigmático caso de los escritores que renuncian a escribir, quedó atrapado en las redes de su propia ficción y se convirtió en un escritor que, pese a su compulsiva tendencia a la escritura, quedó totalmente bloqueado, paralizado, ágrafo trágico.
Hace veinticinco años, cuando era muy joevn, publiqué una novelita sobre la imposibilidad del amor. Desde entonces, a causa de un trauma que ya explicaré, no había vuelto a escribir, pues renuncié radicalmente a hacerlo, me volví un bartleby, y de ahí mi interés desde hace tiempo por ellos.
Yo mismo, sin ir más lejos, acababa de desaparecer. Un sentimiento de bienestar por haberme sabido borrar del mundo comenzó a invadirme y acabé sintiéndome, allí en la catedral vacía, igual que un día me había sentido en lo alto de la torre de Montaigne, rodeado por la soledad, el silencio, la locura, la libertad. Y por la bella infelicidad, otro de esos abismos.
Hay episodios de nuestra vida dictados por una discreta ley que se nos escapa.
Creo que suelo entenderlo todo excepto lo más simple.
La ironía es la forma más alta de sinceridad.