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Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue.
Enrique Santos Discépolo
En ti está, porvenir, en ti la salvación, en tu risa veré el sol.
Y pensar que hace diez años fue mi locura. Que llegué hasta la traición por su hermosura.
Hoy me odias y yo, feliz, me arrincono para llorarte...
Alma de bandoneón -alma que arrastro en mí- voz de desdicha y de amor, te buscaré al morir, te llamaré en mi adiós, para pedirte perdón, y al apretarte en mis brazos, darte en pedazos mi corazón.
Yo hubiera dado la vida para salvar la ilusión. Fue el único sol de esperanza que tuvo mi fe, mi amor.
Me diste en oro un puñado de amigos, que son los mismos que alientan mis horas.
No ve que estoy embretao, vencido y maniao por tu corazón.
Hay un hambre que es tan grande como la del pan y es la de la injusticia, la de la incomprensión.
Verás que todo es mentira, veras que nada es amor, que al mundo nada le importa, yira... yira...
Yo me burlé de vos porque no te entendí ni comprendí tu dolor. Tuve la sensación de que tu canto cruel lo habías robao, bandoneón...
Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias... Sabe que la lucha es cruel y es mucha pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina.
Tu historia y mi honor desnudaos en la feria, bailaron su danza de horror, sin compasión...
Pienso que llegarás un día, y mi alma se ensombrece soñando tu voz... Dulce dolor que me estremece, consuelo de esperarte que sufro por vos...
Yo sé que en la luz de una estrella me espera tu amor.
Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda ni una mano. Ni un favor.
El tango es un pensamiento triste que se baila.
Déjame que llore como aquel que sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte.
He arrastrado llorando la esperanza de olvidar, enfangando mi alma en cien amores, sin piedad.
Si yo pudiera como ayer querer sin presentir.
Tu ausencia es un tormento que tortura sin matar.
¿Cómo olvidarte en esta queja, cafetín de Buenos Aires? Si sos lo único en la vida que se pareció a mi vieja.
Nací a las penas, bebí mis años, y me entregué sin luchar.
Al evocarte, tango querido, siento que tiemblan las baldosas de un bailongo y oigo el rezongo de mi pasado.
Te vi pasar, me mordí para no llamarte. Ibas linda como el sol, se paraban a mirarte.
Como una escuela de todas las cosas, ya de muchacho me diste entre asombros el cigarrillo... La fe de mis sueños y una esperanza de amor.
Melodía porteña, secreto de amor... Que la voz no se atreve a contárselo a Dios...