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Prefiero morir de pasión que de aburrimiento.
Émile Zola
La honradez absoluta no existe en mayor cantidad que la salud perfecta. En todos nosotros hay un fondo de animal humano, al igual que hay un fondo de enfermedad.
Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible.
Lo repito con una certeza aún más vehemente: la verdad está en marcha y nada la detendrá.
¡Qué tontos hemos sido por esperar tanto tiempo! Nada más conocerte ya quise estar a tu lado, pero tú no comprendiste, te enfadaste... Luego, ¿Te acuerdas?, en casa, de noche cuando comíamos, olfateando el aire para escucharnos respirar, con unas ganas inmensas de abrazarnos.
La realidad y la miseria me oprimen y, sin embargo, sueño todavía.
Yo lo único que pido es, que éstos entren en razón, y sean más sensatos, y espero que lo hagan, porque, después de todo la gente no es tan mala como dicen...
Ya sé que el grupo de jóvenes que se manifiesta no representa a toda la juventud y que un centenar de alborotadores por la calle causan más ruido que diez mil trabajadores que se quedan en su casa.
No soy más que un convencido soldado de lo verdadero. Si me equivoco, mis juicios están aquí, impresos, y dentro de cincuenta años se me juzgará a mí, se me podrá acusar de injusticia, de ceguera, de violencia inútil. Acepto el veredicto del porvenir.
Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice. Mis noches se verían asediadas por el espectro del inocente que, padeciendo el más horrible suplicio, expira un crimen que no ha cometido.
Era una espera sin esperanza, con la certeza de que la muerte no perdonaría.
La belleza es un estado de ánimo.
Sí, el futuro es de los grandes capitales y de los esfuerzos centralizados de las grandes masas. Toda la industria y todo el comercio, acabarán por no ser más que un inmenso bazar único, donde la gente podrá proveerse de todo.
Tuvo entonces la brusca convicción de que el dinero constituía el estiércol en medio del cual surgía aquella humanidad del mañana.
Creo que el futuro de la humanidad está en el progreso de la razón a través de la ciencia.
La juventud es inmoderada en sus deseos.
No hay que olvidar el maravilloso poder del teatro, su efecto inmediato sobre el espectador. No existe instrumento mejor de propaganda.
En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio.
Todo mi papel de crítico, pues, es el de estudiar de dónde venimos y en dónde estamos. Cuando me arriesgo a prever adónde vamos, es una pura especulación por mi parte, una conclusión lógica. Esta es mi tarea. Es ridículo otorgarme otra, plantarme sobre una roca, pontificando y profetizando, haciéndome cabecilla de una escuela, tuteándome con Dios.
Ahora, el antisemitismo. Él es el culpable. Ya dije de qué modo esa terrible campaña, que nos hace retroceder miles de años, indigna mis ansias de fraternidad, mi afán de tolerancia y de emancipación humana.
Es extraño que una revolución se lleve a cabo en un clima de calma y de sentido común. Los cerebros se desequilibran, la imaginación se azora, se ensombrece, se puebla de fantasmas.
Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen...
Denuncio, ante la conciencia de la gente decente, esta presión que los poderes públicos ejercen sobre la justicia del país. Son abominables costumbres políticas que deshonran a una nación libre.
Una obra de arte es un rincón de la creación visto a través de un temperameneto.
Una mujer sin hijos no puede ser feliz. Amar no es nada; es menester que el amor tenga frutos de bendición.
Perdiéndose entre los senderos floridos e internándose en el bosque hasta llegar a las faldas de una colina, pasan alegremente los días, escondidos en el fondo de los matorrales que abrigan, complacientes, sus amores.
Nada está nunca acabado, basta un poco de felicidad para que todo vuelva a empezar.
El talento no se enseña, crece en el sentido que le place.
¡Ah, sí! Con toda mi fuerza hablaré a los pequeños, a los humildes, a los que se tragan el veneno y caen en el delirio. Tal es mi único propósito, les gritaré dónde se encuentra de verdad el alma de la patria, su energía invencible y su triunfo seguro.
No soy optimista, quiero ser optimista.
Porque, en verdad, el espectáculo ha sido inaudito, ha superado en brutalidad, en desfachatez, en declaraciones indignas, los peores instintos, las mayores bajezas jamás confesadas por la bestia humana.
Casos como éstos, en los que la muchedumbre derrocha perversión y demencia, no abundan, y tal vez por eso me apasioné en el grado en que lo hice -al margen de mi rechazo en tanto que hombre- como novelista, como dramaturgo, trastornado de entusiasmo ante un caso de belleza tan atroz.
En los horribles días de confusión moral que estamos viviendo, en un momento en que la conciencia pública parece ofuscarse, a ti, Francia, me dirijo, a la nación, a la patria.
En París, la verdad avanzaba, irresistible, y ya sabemos de qué modo estalló la esperada tormenta...
Feliz tú, que puedes tener tanta sangre fría... Yo tengo ratos en que me vuelvo loco.
La idea superior de disciplina que llevan en la sangre esos soldados, ¿No basta para invalidar su capacidad de equidad? Quien dice disciplina dice obediencia.
Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo.
Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.
Apaga la vela, que no necesito ver el color de mis ideas.