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No necesitamos nada especial para vivir: basta con ser lo más brillantemente uno mismo que sea posible. Eso es suficiente.
Elsa Punset
Hay que entrenar la mente de la misma forma que hemos aprendido a entrenar el cuerpo.
Los elementos que más contribuyen a la felicidad siguen siendo los que llevan siglos en boca de los sabios: la gratitud, el perdón, la compasión, saber disfrutar de las cosas pequeñas que nos acompañan a diario y tener una red de afectos no necesariamente amplia pero sí sólida.
Nunca hagas luchalibre con un cerdo. Los dos os vais a ensuciar y al cerdo le gustará.
Existen cinco maneras básicas en las que las personas expresan y reciben amor: a través del contacto físico, compartiendo tiempo de calidad con las personas, haciendo regalos, con actos de servicio o a través de las palabras.
Las crisis potencian la evolución y que cambios que parecían difíciles o imposibles pueden darse incluso relativamente deprisa.
Creo firmemente que aprender a vivir de forma deliberada y centrada en el presente es algo fundamental, una de las claves para la felicidad y la plenitud.
Una persona tiene un 15 por ciento más de posibilidades de ser feliz si está directamente conectada a una persona feliz.
Uno de los entornos que más dificulta el cambio es el familiar, donde las personas han crecido desarrollando un papel rígido que nuestros familiares suelen querer mantener por costumbre y por instinto de supervivencia, aunque no nos haga felices ni a nosotros ni a ellos.
Con los miedos y las vergüenzas se escapan también por el desagüe casi todas las cosas inesperadas y divertidas, las oportunidades y los encuentros insospechados.
Cada amigoinfeliz reduce tus posibilidades de ser feliz un 7 por ciento.
He aprendido que puedes descubrir mucho acerca de una persona si te fijas en cómo se enfrenta a estas tres cosas: perder el equipaje, un día de lluvia y una ristra enredada de luces de Navidad.
La soledad es la carencia de intimidad. ¿Te sientes solo? Sentirse solo indica, ni más ni menos, que necesitas recuperar conexiones e intimidad con los demás.
Para aprender y desaprender hábitos mentales y físicos, hay que entrenar el cerebro con paciencia y constancia.
Sé coherente con lo que dices y haces, y recuerda que el niño incorporará tus comportamientos, más que tus palabras, a su vida. Si quieres que sea respetuoso y amable, muéstrale esa actitud regularmente.
Si solamente hablamos con nuestros hijos para corregirles, no aprenderán el valor emocional de la atención positiva y concentrada.
El miedo al fracaso desaparece cuando éste no puede salvarte.
Cuando crecemos, nos sentimos un poco desleales. Sin culpa no hay crecimiento.
Hace falta volver a equilibrar la balanza entre lo que necesitamos para sobrevivir físicamente y lo que reclama la mente inquieta, simbólica, creativa y apasionada de los humanos.
Recuerda que poca gente puede obligarte a hacer cosas que no quieres, pero tu amígdala sí puede.
La educación emocionalmente inteligente enseña al niño a tolerar la frustración y a comprender y aceptar que los demás también tienen necesidades y derechos.
Las personas que tienen buenas relaciones con los demás no solo viven más tiempo, sino que viven vidas más sanas.
Perdonar no es olvidar: es recordar lo que nos ha herido y dejarlo ir.
Sé compasivo, porque cada persona con la que te cruzas está librando una dura batalla.
Cambiar de opinión en tiempo de crisis es fundamental para poder sobrevivir, tanto en crisis económicas como personales.
A medida que las personas se pierden en el frenesí de una vida dedicada a perseguir, como las ratitas con la palanca, los placeres sustitutos, pierden el contacto con sus necesidades más profundas, más auténticas.
Si no comprendemos lo que sentimos y por qué lo sentimos, tampoco lograremos comprender por qué pensamos y actuamos de una determinada manera.
Vivirobsesionado por el pasado o por el futuro es algo que se le da muy bien al cerebro humano adulto, experto en recordar y en prever.
Las emociones son el resultado de cómo experimentamos, física y mentalmente, la interacción entre nuestro mundo interno y el mundo externo.
Sólo envejecemos de verdad, por dentro, cuando dejamos de amar y de sentir curiosidad.
Sólo florecemos si nuestras necesidades emocionales, en especial la necesidad de protección y afecto, están atendidas.
Somos en gran medida -al margen de los problemas de salud- responsables de cómo nos sentimos.