Imágenes
El tronco gime por la mordedura del acero, y su lamento se repite de árbol en árbol por todo el bosque, como si participaran de su dolor y comprendieran que el hacha se volverá contra ellos también.
Élisée Reclus
Con sus largos remos, parecidos a poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; a voluntad se abre el líquido en surcos espumosos, y detrás se deja una larga estela donde vibra la luz serpenteando.
¡Qué recuerdo más encantador conservamos del pequeño molino de nuestra aldea! Estaba medio oculto, y tal vez lo esté todavía, en un nido de grandes árboles, álamos, chopos, nogales y sauces.
Trasladémonos con la imaginación a los futuros tiempos de la irreligión consciente y razonada.
No habrá tranquilidad en el mundo, ni equilibrio inestable en la sociedad, mientras los hombres, condenados en número infinito a la miseria, no tengan todos, después de la diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y mantenerse así con la dignidad de seres libres y pensantes.
Los leñadores rodean al coloso caído; cortan las ramas y las extremidades flexibles, y luego, cuando está limpio el tronco, lo arrastran por las vertientes que rayan los flancos del monte y por las cuales corren las piedras desprendidas y las nieves fundidas en la altura.
Hasta en la temporada en que la naturaleza se muestra más avara de sus riquezas, el arroyo nos encanta por su nuevo aspecto.
Estudiado en conjunto, el arroyo se desvía a un lado y a otro como las gotas que lo componen. Su masa, contenida por una piedra o un tronco de árbol que obstruye su lecho, se desvía un poco y va a chocar contra una orilla.
Nuestra meta es llegar al estado ideal de perfección en donde las naciones ya no tengan que someterse a los designios del gobierno o de otra nación; lo que implica ausencia de gobierno, anarquía, la más alta expresión del orden. Aquellos que no creen que la tierra pueda prescindir de autoridad, no tienen fe tampoco en el progreso.
Sí, todas esas criaturas esclavas de la costumbre, portavoces de la rutina, son un ejército temible por su número: esa es la materia humana que constituye las mayorías, y cuyos gritos, sin pensamiento, resuenan y llenan el espacio cual si representasen una opinión.
Nuestro sitio predilecto era una pequeña isla en la cual podíamos entrar, bien pasando por el molino, construido transversalmente sobre el arroyo, o resbalándonos a lo largo de una estrecha cornisa construida en forma de acera en el exterior de la casa; allí estaban las palas y adonde el molinero iba a regularizar la marcha del agua.
El efecto de la nieve es admirable, sobre todo durante los días sin sol, cuando el azul del cielo está enteramente velado por las nubes y hasta adquiere un tono obscuro por su contraste con la superficie de la tierra, cubierta de resplandeciente blancura.
La incesante batalla por la vida, que nos ha hecho enemigos del animal de los prados y del pájaro del cielo, excita también nuestros instintos contra los habitantes del arroyo.
El caminante que sube a una montaña se vuelve dueño de sí mismo y responsable de su propia vida: no está sometido a los caprichos de los elementos como el navegante aventurero sobre los mares; menos aún como el viajero transportado en ferrocarril, simple carga humana facturada, etiquetada, controlada y expedida a hora fija bajo la vigilancia de un empleado uniformado.
Los espectros del hambre y la miseria se levantan tras nosotros, y para evitar que nosotros y nuestras familias seamos presas de sus terribles garras, corremos todos tras la fortuna, aunque la hayamos de conquistar, directa o indirectamente, en detrimento de nuestros semejantes.
El caudal entero del río no es otra cosa que el conjunto de todos los arroyos, visibles o invisibles, sucesivamente absorbidos.
Las corrientes son el bosquejo de las cascadas donde toman estas su ímpetu, para detenerse luego y precipitarse después.
El peligro les amenaza a cada instante, y si muchas veces salvan su vida, no es más que por la fuerza, la agilidad y un continuo heroísmo.
La fuente más alta y el césped que la rodea son el paraje más delicioso de todas las montañas.
Tarde o temprano las edades heroicas de la exploración de las montañas acabarán, como las de la exploración de la llanura, y el recuerdo de los trepadores famosos se convertirá en leyenda.
La anarquía es la más alta expresión del orden. Para que el socialismo llegue a su perfecta expresión, es preciso que salvaguarde al mismo tiempo los derechos del individuo y los derechos colectivos. El hombre no es un accidente sino un ser libre, necesario y activo, que, ciertamente, se une con sus semejantes pero no se confunde con ellos.
La tierra, por la magnificencia de sus horizontes, las frescuras de sus bosques y la pureza de sus fuentes, ha sido y continúa siendo la gran educadora y no ha cesado de llamar a las naciones a la armonía y a la conquista de la libertad.
Una pequeñita corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas profundas hendiduras a través de la arcilla y la dura roca, ha esculpido las gradas de sus pequeñas cascadas, y por los hundimientos de tierra ha formado esos amplios círculos en sus orillas.
La evolución es el movimiento infinito de cuanto existe, la transformación incesante del universo y de todas sus partes desde los orígenes eternos y durante el infinito del tiempo.
¡Y cuán grande es también la diversidad de las cascadas! Yo conozco una, encantadora entre todas, que se oculta bajo las flores y el follaje.
No se concibe nuestra victoria personal sin obtener por medio de ella al propio tiempo una victoria colectiva; nuestra ansia de dicha no puede satisfacerse sino con la dicha de todos, porque la sociedad anarquista, muy lejos de ser una corporación de privilegiados, es una comunidad de iguales, y será para todos una dicha inmensa, de la cual no podemos actualmente formarnos una idea.
Como el cazador que habla de los interesantes hechos del chacal y el jabalí, el pescador se exalta contando las finezas de la carpa y las astucias de la trucha, respetándolos casi como adversario, los combate con hábil juego y se irrita contra los indignos sujetos que destruyen la raza.
Desgraciado del que se desorientara en el laberinto infinito de las grutas paralelas y ramificadas que suben y bajan; tendría que tomar la resolución de sentarse sobre un banco de estalagmitas, y contemplar cómo su antorcha se apagaba lentamente, lo mismo que su vida, si tenía bastante resignación para no morir desesperado.
Guiado por el ingeniero, el movimiento torpe del agua sigue la dirección que se le traza, y se la ha distribuido por las más finas pinzas y delicadas brochas, igual que por los más fuertes engranajes de la poderosa máquina.
El arroyo que yo he visto salir a la luz, tan limpio y alegre en el manantial, no es ahora más que una alcantarilla, en la que toda una ciudad arroja sus desechos.
No nos es posible tener un ensueño de felicidad, sin imaginarnos inmediatamente que flotamos con seres queridos en una barca que surca las aguas impelida por remos que se sumergen acompasadamente.
A medida que se va acercando a la gran ciudad industrial, el arroyo se llena de impurezas.
Por eso el humilde molino, aun cuando su base esté carcomida y sus paredes pobladas de plantas parásitas, me inspira veneración; gracias a él, millones de seres humanos no están ya tratados como bestias de carga; han podido erguir la cabeza y ganar en dignidad al mismo tiempo que en felicidad.
La historia de las naciones nos enseña cómo la fuente y el arroyo han contribuido directamente al progreso del hombre más que el océano, los montes y toda otra parte del gran cuerpo del planeta que habitamos. Costumbres, religiones, estado social, dependen, sobre todo, de la abundancia de aguas corrientes.
Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza.
¿Es acaso el mar con sus aguas pobladas de vidas, con sus playas, que fueron los primeros caminos empleados por el hombre, y su superficie infinita excitando en el bárbaro el deseo de recorrerla de una a otra orilla?
Lo mismo que el hombre, considerado aisladamente, la sociedad en conjunto puede compararse con el agua que corre. A todas horas, en todos los instantes, un cuerpo humano, una simple milmillonésima parte de la humanidad se rinde o se disuelve, mientras que por otra parte sale un niño de la inmensidad de las cosas, abre sus ojos a la luz y se convierte en ser pensante.
Las corrientes, las cascadas y los saltos, son los grandes fenómenos de la vida del arroyo. No siendo todavía bastante fuerte para regularizar completamente la inclinación de su lecho, y minar las bases de la roca, arrasar los salientes de la piedra y reducir a polvo los cantos esparcidos, tiene el arroyo que salvar estos obstáculos saltando por encima o escaparse por los lados.
El aire está tan cargado de humedad, que basta cerrar los ojos para hacerse la ilusión de que se está a la orilla de un arroyo, cuyas tranquilas aguas corren silenciosas.
El hombre es la naturaleza que toma conciencia de sí mismo.