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No es viejo, aún odia la muerte, nunca será viejo, siempre odiará la muerte.
Elias Canetti
¿Podríamos tener aún esperanzas para el pasado?
Sigo sin saber por qué se ama a un hermano más que a cualquier otro hombre.
Uno debe terminar antes de haber dicho todo. Algunos lo han dicho todo antes de empezar.
Uno no sabe nunca lo que resulta si las cosas cambian de repente; ¿pero sabe uno lo que resulta si no cambian?
Todo lo que ha ocurrido teme a su palabra.
Todo el arte consiste en no engañarse a sí mismo: mínimas islas de rocas en todo un mar de autoengaños. Lo que más puede lograr un hombre es aferrarse a ellas y no ahogarse.
Cuando adviertas que alguien no te quiso bien, investiga primero qué fue lo que lo disgustó en ti. Puede que tuviera razón.
La ambición es la muerte del pensamiento.
El viejo muerde con los años en vez de con los dientes.
Desde que sabe que va a morir, no mira ya a nadie a la cara.
El presente es el culpable de todos los dolores.
Hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no lo destruyamos.
Ellos no comprenden que la patria de él está dondequiera que haya estado y donde todavía desee estar.
Entonces desaparecieron todos los motivos y ya nada tenía explicación.
El que supera la alabanza, la merece.
Nadie sabe lo que es bueno. Sabemos lo que sería mejor.
Dios, ¿Cómo has soportado tu creación?
La palabra más imprecisa de todas: yo.
No existe ningún dolor imposible, lo único infinito es el dolor.
¡Cuantas injusticias cometemos, para ser justos una vez!
El hombre: el único animal que recuerda lo que ha asesinado.
Amor: una serpiente con dos cabezas que se vigilan sin cesar.
Una ofensa tiene valor exactamente en la medida en que te obliga a reflexionar.
Hoy me seduce la idea de comenzar una vida en un nuevo idioma. Amo el lugar donde vivo más que cualquier otro. Me resulta tan familiar como si hubiese nacido aquí. A fuerza de ser un eterno extranjero, soy el más auténtico de sus habitantes.
El superviviente que ya no conoce a nadie. ¿Es verdaderamente un superviviente?
El que lucha por conservar la fama está perdido. Lo que importa es la eficacia de las ideas, nada más.
Uno siente que ciertas palabras son terribles para todos los demás, salvo para nosotros mismos.
Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta.
No hay que sobrestimar lo inusitado. Hay que dotar de aguijones a lo común y corriente.
Tantos hombres en la cabeza y todo lo que han dicho. Y, sin embargo, uno mismo tiene que encontrarlo otra vez y decirlo.
Todas las cosas que uno ha olvidado gritan pidiendo ayuda en sueños.
¡Y si algún día se llegara a comprobar que nosotros -los eternos penitentes del futuro- hemos vivido en el mejor de los tiempos posibles!
Una tormenta que dura toda una semana. Una oscuridad constante: sólo podemos leer entre relámpagos. Hemos de recordar e ir uniendo lo que leímos a relámpagos.
Ser mejor sólo quiere decir: llegar a conocer mejor. Sin embargo, debe ser un conocimiento que no nos dé tregua, que nos acose siempre. Es mortal un conocimiento que nos vaya aplacando.
De cada daño que sufren los que amamos brota un mar de ternura.
Son mis ilusiones infantiles las que todavía me hacen decir si percibo una fisura en la coraza de un hombre: no todo está perdido, hace falta poco para hacer palpitar a ese corazón detenido.
Una convicción nunca se acaba, hay que llevarla al abrevadero.
Nadie conoce toda la amargura de lo que aguarda en el futuro. Y si de pronto apareciera como en un sueño, la negaríamos apartando los ojos de ella. A esto le llamamos esperanza.
Y si no hicieras nada más que escribir tu vida, toda tu vida, al menos la habrías creado.