Imágenes
Mi gente es morena de piel. Viste de manta blanca y calza huaraches... Se adornan con collares de oro o se ata al cuello un pañuelito de seda rosa. Se mueve despacio, habla poco y contempla el cielo. En las tardes, al caer el sol, canta.
Elena Garro
Para nosotros, los indios, es el tiempo infinito de callar.
La memoria del futuro es válida, pero me ha fastidiado, y estoy cambiando los finales de todos mis cuentos y novelas inéditos para modificar mi porvenir.
Entramos a una casa de portón grande, jardín descuidado y aromas diluidos del reciente verano. Había hojas en el suelo y un silencio solemne. Una tristeza impresionante se extendía por toda la casa: se diría abandonada o habitada por personas sin esperanzas.
Sí, rica, sí, el dinero lava la sangre, no hay ideales, no hay nada, sólo hay dinero empapado de sangre.
Era difícil sumergirse de pronto en el enigmático lenguaje marxista; se diría que hablaban un idioma cifrado.
Adelante de los pasos de un hombre siempre van los pasos de una mujer.
A veces la belleza de una abuela determina la muerte de sus nietos o la ruina de sus descendientes. Una mentira pesa durante generaciones y sus consecuencias son imprevistas e infinitas. Enfrentarse al reflejo del pasado produce el exacto pasado y buscar el origen de la derrota produce la antigua derrota.
No todos los hombres alcanzan la perfección de morir; hay muertos y hay cadáverres, y yo seré un cadáver.
Enfrentarse al reflejo del pasado produce el exacto pasado y buscar el origen de la derrota produce la antigua derrota.
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra; estoy y estuve en muchos ojos, yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga.
Él sabía que el porvenir era un retroceder veloz hacía la muerte y la muerte el estado perfecto, el momento precioso en que el hombre recuperaba plenamente su otra memoria.
En todos los espejos de los hoteles estaba ella con cabellos rubios, en desorden y traje amarillo y arrugado... Se tiró sobre la cama y observó sus pies dorados por el sol. Sus sandalias estaban muy gastadas.
La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. De la memoria que de mí se tenga.
No tenía a nadie en el mundo y le era necesario buscar las huellas de la casa junto al río. Era un detective del pasado que buscaba sombras que le dieran la clave de su derrota. Cruzaría el tiempo para hablar con sus abuelos muertos. Era una paria. En ambos lados del océano era extranjera y sospechosa. Había huido a México, y después había huido de México.
Aquí la ilusión se paga con la vida.
Sólo le quedaba ir al encuentro del pasado remoto que estaba en su memoria. Si lograba encontrar los restos de la casa junto al río encontraría su presente, dejaría de ser sombra flotando en ciudades sin memoria. ¡Todos habían muerto! Sólo quedaba ella, perdida entre millones de desconocidos.
Hay que ser pobre para entender al pobre.
Yo, sin saber cómo ni por qué, iba a un Congreso de Intelectuales Antifascistas, aunque yo no era anti nada, ni intelectual tampoco, sólo era estudiante y coreógrafa universitaria.
Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme.
Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera, para luego despertar y empezar un dibujo diferente.
La codicia del general es insaciable. Es un librepensador que persigue la hermosura y al misterio. Sería capaz de tomar una medida persecutoria contra el diccionario, y provocaría una catástrofe. El hombre se perdería en un idioma desordenado y el mundo caería convertido en cenizas.
La desdicha, como el dolor físico, iguala los minutos. Los días se convierten en el mismo día, los actos en el mismo acto y las personas en un solo personaje inútil. El mundo pierde su variedad, la luz se aniquila y los milagros quedan abolidos.
En la profundidad de la mentira siempre hay algo perverso.