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Quién tuviera el poder, de lograr detener, al amor que se va, se va.
Eladia Blázquez
Dejaste tu sol en mi destino, tu ardor sin miedo, tu credo de amor y ese afán, ¡ay! ¡Tu afán, por sembrar de esperanza el camino!
Chau, amor mío, pero el desencanto puede ser tan fuerte por quererte tanto que ni aún la muerte pueda ahogar el llanto de mi soledad.
Cuando nace un niño, como de costumbre, se enciende una estrella, para que lo alumbre.
Tu olvido, me río de tu olvido, nadie olvida así, un cariño sentido.
Cómo vivir sin verte, si lejos de tu sol no se vivir.
Porque aprecio la vida en su justa medida, al amor lo reinvento y al vivir cada instante, y al gozar cada intento, se que alcanzo lo grande con las alas del alma, desplegadas al viento.
Atesoro lo humano cuando tiendo las manos a favor del encuentro... Por la cosa más pura con la cual me alimento, por mi pan de ternura, con las alas del alma, desplegadas al viento.
Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas... Es una virtud, es dignidad y es la actitud de identidad más definida.
Propongamos sin miedo una gran asamblea donde allí se proclame que la gente se ame contra viento y marea, desterrar la codicia, tirar la injusticia desde una azotea y colgar un letrero que diga te quiero y todos lo vean.
Siempre hay un motivo, si encuentras el modo de sentirte vivo, a pesar de todo.
Tal vez el día que se corte mi piolín, te veré, y sabré, que no hay fin.
El pan y la casa, los chicos que crecen jugando en las plazas a pesar de todo, la vida ¡que hermosa!, siempre y sobre todo de todas las cosas.
Mi gente, mi casa, mi poco de fe... Me llaman, me emplazan, me dicen... Volve.
Más allá de la historia de las vidas sin gloria, sin honor ni sustento; guardaré del que escribe su mejor pensamiento; quiero amar a quien vive con las alas del alma desplegadas al viento.
Chau... Amor mío, no me digas chau... Que siento frió cuando vos te vas, si te quiero tanto que no puedo más.
El amor tiene un duende que ríe, que enciende, que crea y recrea y aunque al diablo le pese, retoña y florece y al mal lo voltea.
Que ausencia cruel, de pan y miel cuando te fuiste.
Plata fina y reluciente y oro puro si los hay... En el alma de la gente, de Argentina y Uruguay. No nos separa el río, no nos separará...
La copa está, sólo apenas por la mitad pero tú, que felicidad... No la ves vacía, vuelve a mirar, imagina y vuelve a pensar que te puedes emborrachar, pero de alegría.
A pesar de todo, me llueven luceros, invento un idioma diciendo te quiero.
Cómo vivir sin verte si se que pertenezco a esa región en donde la emoción le gana siempre a la razón, porque Argentina tiene locas golondrinas en el corazón, en donde la esperanza, siempre inventa algún color, y la gente no se cansa de soñar y dar amor.
Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal, de las caídas. Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida.
Continuemos el viaje que a nuestro coraje la fe lo acarrea.